miércoles, noviembre 07, 2007

El fin del idealismo de Bush

En una mañana gélida de enero de 2005, George W. Bush apostó todo el capital político que había cosechado con su reelección en dos o tres objetivos, no más. El primero y más contundente, la promoción de la libertad y la democracia en el mundo. "Sepan todos los que viven bajo la tiranía y la desesperación: Estados Unidos no ignorará su opresión, no justificará a sus opresores. Cuando se alcen en nombre de la libertad, estaremos a su lado", prometió. Era la conclusión lógica del "sentido común", explicó, ya que "la supervivencia de la libertad en Estados Unidos depende cada vez más del éxito de la libertad en otros países". Menos de tres años después, sin embargo, aquella retórica idealista quedó atrás, derruida por la realidad: éste es el año más sangriento para las tropas norteamericanas en Irak desde la invasión; Paquistán, un país con armas nucleares, al borde del colapso social, flirtea con una dictadura; Afganistán padeció el ataque más sangriento desde la ofensiva de 2001, e Irán desafía al mundo. Pocos encarnan el retroceso de la administración Bush como Condoleezza Rice.
En 2005, un grupo de republicanos comenzó a promover su candidatura a la Casa Blanca para 2008, entusiasmados por su excelente imagen pública, sus botas altas y su rigor intelectual. Si hasta el ex estratego devenido enemigo de los Clinton, Dick Morris, afirmó entonces que era la única que podría derrotar a Hillary. Rice llegó al Departamento de Estado en aquel enero de 2005 tras cuatro años al frente del Consejo de Seguridad Nacional, encarnando el sueño americano: una mujer negra que vivió en el sur racista y que por sus méritos ascendió el espinel académico y burocrático hasta llegar a la cumbre. Pero toda esa excitación mediática comenzó a menguar con el paso de los meses, el desgaste producido por la guerra en Irak y la asombrosa velocidad con que Bush dilapidó su capital político. Primero, con la fallida reforma del sistema de la seguridad social, y en cuestión de semanas, con su inacción ante el paso del huracán Katrina. Norteamericanos y extranjeros por igual olieron su debilidad y le colgaron el cartel de "pato rengo" con la misma celeridad con que los tiburones detectan la sangre en el agua. Si hasta Teherán, que en 2003 le había enviado a Bush una carta conciliatoria ante el temor a ser el primero del "eje del mal" en ser borrado del mapa, retomó su prédica más agresiva para fines de 2005.

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