La batalla urbana se prolongó durante seis horas en una avenida despejada de Villiers-le-Bel (al norte de París). 100 vándalos y 160 antidisturbios bregaron hasta la una de la madrugada mientras los vecinos de la villa asistían al espectáculo desde sus casas con la luz apagada. Era fácil bastante reconocer el tráfico a de cócteles molotov y de artilugios incendiarios. También podía advertirse que algunos guerrilleros disparaban con carabinas de aire comprimido. Así se entiende que el balance de la segunda noche de disturbios se eleve a 77 policías heridos y 60 vehículos incendiados, aunque los daños más graves tienen un efecto contraproducente y anárquico, puesto que los salvajes prendieron fuego a la Biblioteca municipal, arrasaron dos colegios y rociaron de gasolina un par de edificios administrativos.
Nada que ver con la justicia ni con la discriminación. De hecho, los vecinos de Villiers-le-Bel, primeros damnificados por la revuelta, se han encontrado esta mañana con los negocios saqueados, las vitrinas rotas, los semáforos destruidos y el espectáculo de los coches carbonizados. La periferia o 'banlieue' de la capital francesa corre el riesgo de incendiarse tal como sucedió en el otoño de 2005 [Vea las imágenes]. Sobre todo porque la batalla entre "guerrilleros" y antidisturbios declarada desde el domingo en la localidad de Villiers-le-Bel se ha extendido contagiosamente a otras cinco localidades vecinas. Los ultras quieren vengar a su manera la muerte de dos menores de edad que colisionaron a bordo de una moto contra un coche de policía. Las primeras investigaciones atribuyen la responsabilidad del accidente a los fallecidos, de 15 y 16 años, aunque los vecinos más radicales de Villiers-le Bel sostienen que la policía se desentendió de socorrerlos.
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