La incertidumbre sobre cómo seguirá la relación con la Casa Blanca desvela al gobierno de Cristina Kirchner. Por eso, luego de las primeras reacciones airadas tras la apertura de la investigación en Miami del caso del “valijero” venezolano-norteamericano Guido Antonini Wilson, comenzó a analizar cómo reencauzar la relación. Según afirmaron a La Nacion altas fuentes diplomáticas, el designado embajador en Washington, Héctor Timerman, ha elaborado un plan de trabajo que apuesta a establecer un diálogo privilegiado con el Congreso estadounidense, por encima de la relación institucional y formal que los embajadores suelen mantener con el Departamento de Estado. Timerman, que todavía espera el plácet de los Estados Unidos, apuesta a esa estrategia porque considera que los parlamentarios norteamericanos tendrán un papel relevante en la configuración de la política exterior durante los próximos dos años, dijeron allegados al ex cónsul en Nueva York.
El razonamiento se sostiene en dos argumentos, explicaron a La Nacion esas fuentes. El primero es que las relaciones del Gobierno con el subsecretario para América latina del Departamento de Estado, Tom Shannon, no mejorarán (y esperan que no empeoren como consecuencia de la crisis) en el año que queda por delante hasta que pasen las elecciones y asuma el nuevo gobierno. El segundo es que el nuevo gobierno, sea demócrata o republicano, no prestará atención a la región al menos durante su primer año al frente del poder, pues estará por demás ocupado en atender la agenda interna.
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