En contra del narcocomunismo'', proclama una pintada en esta ciudad en los pantanales de Bolivia. ''A las armas, cruceños'', dice otra, haciendo un llamamiento dirigido a los residentes para que combatan al gobierno del Presidente Evo Morales, quien puso a las fuerzas armadas en estado de máxima alerta esta semana mientras cuatro provincias orientales avanzan hacia una mayor autonomía. En otras partes de Sudamérica, ese tipo de llamamientos pudieran ser descartados como mero ruido. Sin embargo, no en Bolivia, donde los temores a la violencia política se intensifican en Santa Cruz, uno de los bastiones de la oposición a Morales, ex cultivador de coca y el primer presidente indígena del país.
Dichas tensiones aumentaron el sábado, cuando dirigentes de los departamentos de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando, los cuatro más ricos del país, declararon su autonomía ante decenas de miles de manifestantes opuestos al gobierno, en un abierto desafío al gobierno de Morales. Con esa decisión, las autoridades de esas regiones buscan tomar el control de los impuestos, la policía, la justicia y los recursos naturales como el petróleo y el gas. Morales, por su parte, advirtió a los autonomistas que no toleraría una secesión. ''Dicen que somos reaccionarios, pero nosotros tenemos muchas cosas en contra de las cuales reaccionar'', dijo Wilson Salas Pinto, de 43 años de edad, uno de los directores de la Falange Socialista Boliviana, grupo de la derecha en en Santa Cruz cuyos integrantes usan boinas negras y desfilan con las manos al aire, a lo Mussolini. ``Evo quiere trasplantar el comunismo cubano a Bolivia. Nosotros estamos preparados para resistirnos a ese proyecto''.
Al ver por vez primera las tensiones étnicas en este sitio, resulta fácil enfocarse en grupos extremistas cada vez más vocales, como la Falange. Una contraparte de la izquierda son los Ponchos Rojos, activistas indígenas del altiplano que, en fecha reciente, les cortaron el cuello a dos perros frente a cámaras de televisión, como una advertencia dirigida a quienes se resistan a los planes de Morales. El choque con el presidente en el oriente de Bolivia, sin embargo, es mucho más complejo. Dirigentes locales se han quejado amargamente de la influencia de la capital, La Paz, desde hace ya tiempo, pero acciones recientes por parte de Morales, quien ha recibido considerable apoyo financiero y político del presidente venezolano Hugo Chávez, se han sumado a inquietudes con respecto a la consolidación del poder. Las declaraciones de autonomía de esta semana se dieron luego que partidarios del presidente se apresuraran a darle su aprobación a una nueva Cnstitución, pese a un boicot de oposición por parte de su Asamblea. Ellos habían cambiado abruptamente la votación a la ciudad de Oruro, uno de los bastiones de Morales, respecto de su sede previa en Sucre, la cual había sido vapuleada por las protestas callejeras.
Incluso los detractores de Morales reconocen que la nueva Constitución, que debe ser aprobada en un referendo público, tiene aspectos positivos: aboliría, por ejemplo, el trabajo infantil. Sin embargo, ellos también se sienten alarmados ante los esfuerzos con miras a incrementar el poder indígena, como los enfocados a garantizar la representación de los indígenas en el Congreso o para permitirles impartir justicia fuera del sistema judicial. Otra polémica iniciativa le permitiría a Morales postularse para la reelección, para un segundo mandato de cinco años.
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