sábado, diciembre 01, 2007

Imágenes macabras

Todo lo que se puede decir está ya dicho y en poco van a cambiar las cosas: el dramático video de Íngrid Betancourt, triste, cabizbaja y demacrada; la mirada huidiza de Luis Eladio Pérez ante la cámara que lo escruta, y las fotos y las palabras grabadas o escritas de cuatro policías, siete miembros del Ejército y tres estadounidenses en manos de las Farc son una macabra confirmación de que el drama de los secuestrados sigue intacto. Las imágenes divulgadas por el Gobierno indignan por su inhumanidad y por la desolación y la desesperanza que transpiran. Los cinco videos y las siete cartas de estos 16 rehenes podrán servir a partidarios y enemigos del intercambio o la 'solución' humanitaria como argumento político. Pero son, sencillamente, la constatación del terrible drama sin solución a la vista que hace largos años arrastra Colombia.

¿Hay que alegrarse por la aparición de estas 'pruebas de supervivencia'? Por supuesto; reconforta saber que siguen vivos 16 de los 47 hombres y mujeres (y niños; no hay que olvidar que Emanuel está secuestrado) que las Farc mantienen en sus manos como mercancía humana para trocarla por exposición internacional. Para las familias es un aliento, y avivan la esperanza de que algún día, de alguna forma, logren tenerlos de vuelta.

Pero, a la vez, los videos son prueba de la siniestra crueldad del secuestro. Prueba de que años en la selva para personas provenientes de entornos urbanos, como son todos ellos, no pasan en vano. El sufrimiento físico y moral que transmiten esas imágenes habla más que todas las palabras, y es el más potente mensaje de esas 'pruebas' de supervivencia. Que más parecen de penitencia.

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No sobra destacar el procedimiento de la Fiscalía: los detenidos fueron puestos a disposición de un juez; a este se le pidió romper la cadena de custodia de la evidencia, por razones humanitarias, para entregar cartas y videos a los familiares, y a estos se les consultó si entregarlos o no a la prensa.

No deja de ser la más amarga ironía que estas evidencias de que los secuestrados siguen con vida hayan sido capturadas a la guerrilla y no entregadas por esta. Revelan que, al menos hace ya unos días, esas pruebas estaban listas, en Bogotá, para entregarse, lo que desvirtúa la presunta 'dificultad' que alegaban los secuestradores para haberlas hecho llegar antes. Otra evidencia, si hace falta alguna, de cómo para las Farc hasta confirmar que sus rehenes están vivos hace parte del juego 'humanitario'.

También, son una evidencia que debería mover a todos aquellos que se resisten al intercambio humanitario. En la balanza están una serie de consideraciones políticas, presuntamente estratégicas, y la vida de 47 hombres, mujeres y niños (para no hablar de los centenares más, de los que nadie habla). Mientras el Presidente y 'Tirofijo' se enfrascan en si despejar o no despejar, si hacerlo en Colombia o no, con intermediarios o sin ellos, esas personas se pudren, literalmente, en la infravida del cautiverio. Pretender que algo conmueva a las Farc es ilusorio. Pedírselo a un gobierno democrático, en cambio, es apenas natural.

Abre una ventana el que, luego de su negativa a toda mediación internacional, anunciada hace unos días junto a la cancelación de la que venía desempeñando Hugo Chávez, el presidente Uribe hable ahora de la "disposición de buscar con el gobierno de Francia y con la comunidad internacional mecanismos para la liberación de los secuestrados". Eso sí, con la condición de que "no impliquen protagonismo político del terrorismo". El gobierno francés hizo saber que considera la mediación de Chávez asunto del pasado, pero que insistirá en buscar la libertad de Íngrid Betancourt.

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Si esto abre o no la puerta a una nueva participación de uno o más de los 'países amigos' en este proceso (Francia, Suiza y España), está por verse. El caso es que la aparición de las pruebas de supervivencia reaviva la necesidad de poner de alguna forma fin a este drama. Pretender hacerlo sin que las Farc logren cierto grado de exposición se muestra tan improbable como remota la alternativa de un rescate por la fuerza. Pero, como están las cosas, la posibilidad de una salida negociada también parece tan lejana como ha estado todos estos años.

Los impresionantes videos, fotos y cartas que se han conocido constituyen, como lo dijo ayer el propio Polo Democrático, la más irrefutable prueba de la crueldad de las Farc. Ya es patéticamente evidente que, sin algún tipo de concesión por parte del Gobierno, estas mantendrán a estos hombres y mujeres, indefinidamente, en las indignantes condiciones en las que el mundo vio a Íngrid Betancourt. A nadie puede caberle duda alguna de que el video de su cautiverio demuestra que el único 'inamovible' en todo esto es la inhumanidad de las Farc. Pero un Estado fuerte y democrático sí puede mostrar su rostro humanitario.

editorial@eltiempo.com.co

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