miércoles, diciembre 12, 2007

La matanza de Argel

La matanza de ayer en Argel representa el más sangriento ataque terrorista en muchos años en el país norteafricano y apunta directamente al resurgimiento del islamismo más sanguinario englobado en Al Qaeda, que reclamó en septiembre y abril pasados atentados similares. Tanto los objetivos de los asesinos, el Tribunal Constitucional y la oficina de Naciones Unidas para los refugiados, como el procedimiento, coches bomba con un intervalo de minutos, llevan la marca de la franquicia de Osama Bin Laden, única organización capaz de golpear con resultados tan devastadores en las zonas más vigiladas de la capital argelina. Queda muy atrás el infundado optimismo del Gobierno, que sólo hace unos meses creía desarticulado el grueso del terrorismo islamista, después de que la policía diese muerte a varios jefes locales de Al Qaeda del Magreb, como fue rebautizado en enero el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, la más operativa de las facciones terroristas residuales de los años noventa.
La magnitud de los atentados de ayer y el hecho de que se produjesen en barrios exclusivos y teóricamente muy protegidos certifica que su alianza con Al Qaeda ha dotado de nuevo vigor a los dinamiteros argelinos y muestra que las fuerzas de seguridad, pese a los medios puestos a contribución, carecen de capacidad para controlar una situación tan grave como repetida. Señala también el alcance más que limitado de la llamada iniciativa de paz y reconciliación del presidente Abdelaziz Buteflika para intentar conjurar las secuelas de una guerra civil no declarada en la que han muerto más de 200.000 personas.
La desesperanza radical de una gran parte de la juventud argelina, pese a la bonanza que representan los precios de los hidrocarburos, es un terreno abonado para la utopía islamista, al igual que sucede en el fronterizo Marruecos. Europa, sobre todo la del sur, tiene motivos sobrados para sentirse alarmada por la escalada terrorista que viene padeciendo Argelia. No sólo porque amenaza los mismos fundamentos económicos del país norteafricano, uno de los principales proveedores de gas de la UE, sino por lo que tiene de consolidación de un frente de ciego fanatismo en un territorio vecino, que puede ser utilizado como pista de lanzamiento contra el flanco sur del continente.

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