El presidente boliviano, Evo Morales, ha vivido un año plagado de dolores de cabeza en su intención de refundar el país a través de una Constitución que logró hacer aprobar, pero que seis de los nueve departamentos del país, y en todo caso las más ricos, no aceptan. Tras un 2006 que finalizó en la gloria tras lograr una nacionalización de los hidrocarburos que fue aplaudida por todos los sectores en el país, Morales se lanzó en el 2007 en la profundización de un modelo de izquierda que chocó con las regiones más prósperas del país. El proyecto de Constitución, aprobado el pasado 9 de diciembre sin presencia de la oposición, sin debate y con muchas críticas, abrió una brecha mayor en la relación con seis de los nueve departamentos del país -Santa Cruz, Tarija, Beni, Pando, Chuquisaca y Cochabamba-, nada dispuestos a aceptar un modelo y más bien decididos a imponer el propio.
Cuatro de esos departamentos empujaron más su oposición, anunciando el pasado 15 de diciembre que declaraban sus autonomías mediante estatutos en que se otorgan prácticamente todas las facultades que antes le pertenecían al gobierno central salvo la Defensa y las Relaciones Exteriores. El final de año encuentra a Bolivia, el país más pobre de Sudamérica, en una polarización entre un gobierno que esgrime una Constitución que la oposición considera ilegítima y unos departamentos que claman por una autonomía declarada según el gobierno de forma ilegal, una situación que a las buenas o a las malas tendrá que desempatarse en el 2008. Y para dirimir el impasse se anuncian 11 referendos -incluyendo uno que resuelva si Morales y los gobernadores se quedan en el poder- en que cada parte busca que sea el pueblo el que legitime sus propuestas.
Para la socióloga María Teresa Zegada ``resulta paradójico, y a la vez curioso, buscar la legalidad de los actos cuando, de un tiempo a esta parte, el respeto a la ley ha pasado a un lugar secundario frente a la lucha política y social''. Parte importante de esta disputa es la presencia cada vez más desembozada de Venezuela en Bolivia, en apoyo del indígena Morales. La ayuda financiera de Caracas o las declaraciones del presidente Hugo Chávez (que amenazó con instaurar en Bolivia un ''Vietnam de las ametralladoras'') le han dado pasto a la oposición de derecha para hablar de un claro intervencionismo. La irritación que provoca esta situación quedó simbolizada en el apedreamiento en un aeropuerto del norte del país de un avión venezolano que acababa de aterrizar, y que sus pilotos hicieron partir de urgencia para evitar que fuera destruido. La alianza de Evo Morales con Chávez ha implicado también un distanciamiento de Bolivia con Estados Unidos, país con el cual las fricciones se han multiplicado. De paso, Washington vio con enorme desconfianza una visita a La Paz del presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad. Bolivia vivió entonces en el 2007 un año en conflicto, en una situación que debería resolver en el 2008, aunque varios analistas se muestran escépticos de que el desenlace sea pacífico.
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