Según muchos analistas, el gran ganador de las pasadas primarias demócratas de Pensilvania fue John McCain. Es posible. Pero no repararon en que, irónicamente, fue a la vez el gran perdedor de las primarias republicanas. "¿Primarias republicanas?", se preguntarán muchos. ¿Pero acaso no terminaron ya?
Según muchos analistas, el gran ganador de las pasadas primarias demócratas de Pensilvania fue John McCain. Es posible. Pero no repararon en que, irónicamente, fue a la vez el gran perdedor de las primarias republicanas. "¿Primarias republicanas?", se preguntarán muchos. ¿Pero acaso no terminaron ya? Pues no. Aunque la prensa norteamericana, volcada en unas primarias con tanto morbo, expectación y sorpresas como las demócratas, los ignore, centenares de miles de republicanos continúan ejerciendo su derecho a voto en paralelo a sus conciudadanos demócratas.
Cierto es que John McCain ya es el candidato virtual del partido, pues ha sellado de forma matemática su nominación, y ni tan siquiera hace campaña en los estados donde se celebran primarias, sino que recorre aquellos clave en noviembre.
Sin embargo, la prensa no debería obviar las primarias republicanas pues sus resultados pueden darnos algunas claves de lo que puede pasar en las presidenciales. Por ejemplo, debería ser motivo de análisis que, a pesar de la falta de cobertura de los medios, y los elevados precios de la gasolina, nada menos que 220.000 republicanos se tomaran la molestia de ir a votar contra John McCain, y a favor de alguno de los dos candidatos que aún no se han retirado de la contienda: Ron Paul, y Mike Huckabee.
Mucho se ha escrito sobre el porcentaje de seguidores de Hillary y Obama que declaran en los sondeos que si su candidato no es el nominado, se decantarán por McCain. En función de la encuesta, las cifras oscilan entre el 15 y el 25%. No obstante, apenas se ha hablado sobre el hecho de que un 27% de los 807.000 republicanos que votaron en Pensilvania lo hicieran contra John McCain.
Su voto tiene, si cabe, mayor valor que el de los sondeos sobre las posibles defecciones demócratas porque desplazarse al colegio electoral implica un mayor esfuerzo y convicción que responder a una encuesta y, además, porque una vez elegido, sería el momento de cerrar filas.
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Según muchos analistas, el gran ganador de las pasadas primarias demócratas de Pensilvania fue John McCain. Es posible. Pero no repararon en que, irónicamente, fue a la vez el gran perdedor de las primarias republicanas. "¿Primarias republicanas?", se preguntarán muchos. ¿Pero acaso no terminaron ya? Pues no. Aunque la prensa norteamericana, volcada en unas primarias con tanto morbo, expectación y sorpresas como las demócratas, los ignore, centenares de miles de republicanos continúan ejerciendo su derecho a voto en paralelo a sus conciudadanos demócratas.
Cierto es que John McCain ya es el candidato virtual del partido, pues ha sellado de forma matemática su nominación, y ni tan siquiera hace campaña en los estados donde se celebran primarias, sino que recorre aquellos clave en noviembre.
Sin embargo, la prensa no debería obviar las primarias republicanas pues sus resultados pueden darnos algunas claves de lo que puede pasar en las presidenciales. Por ejemplo, debería ser motivo de análisis que, a pesar de la falta de cobertura de los medios, y los elevados precios de la gasolina, nada menos que 220.000 republicanos se tomaran la molestia de ir a votar contra John McCain, y a favor de alguno de los dos candidatos que aún no se han retirado de la contienda: Ron Paul, y Mike Huckabee.
Mucho se ha escrito sobre el porcentaje de seguidores de Hillary y Obama que declaran en los sondeos que si su candidato no es el nominado, se decantarán por McCain. En función de la encuesta, las cifras oscilan entre el 15 y el 25%. No obstante, apenas se ha hablado sobre el hecho de que un 27% de los 807.000 republicanos que votaron en Pensilvania lo hicieran contra John McCain.
Su voto tiene, si cabe, mayor valor que el de los sondeos sobre las posibles defecciones demócratas porque desplazarse al colegio electoral implica un mayor esfuerzo y convicción que responder a una encuesta y, además, porque una vez elegido, sería el momento de cerrar filas.
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