viernes, julio 18, 2008

ARGENTINA: El Senado, a la altura de la historia

Con más de siete meses de demora, la presidenta Cristina Kirchner está en condiciones de asumir plenamente el cargo para el cual fue elegida y despojarse de todo aquello que, desde el punto de vista político e institucional, ha sido nocivo tanto para su gobierno como para el país. El Senado de la Nación ha estado en la larga jornada, concluida en la madrugada de ayer, a la altura de las expectativas de una ciudadanía ávida de una muestra de independencia del Poder Legislativo. Ahora cabe el optimismo, aunque tal vez sea precipitado anunciar el comienzo de una nueva etapa cuando aún no se le echó cerrojo a la vieja.

Si toda crisis representa una oportunidad, el país se encuentra, por fin, ante una inigualable ocasión para barajar y dar de nuevo. Esto significa exaltar la institucionalidad como valor supremo y respetar la división de poderes, como lo hizo el vicepresidente Julio Cobos en el uso de su derecho de voto ante la paridad entre oficialistas y opositores frente al controvertido proyecto gubernamental sobre retenciones al campo.

Ha sido la primera vez en la historia que un vicepresidente definió una votación en la Cámara alta en contra de un proyecto del Poder Ejecutivo. Debemos celebrarlo. Cobos no traicionó a nadie. Votó a conciencia, a sabiendas de que ni siquiera defraudaba supuestas lealtades partidarias por pertenecer a una fuerza política que no es, precisamente, la misma con la cual comulgan la Presidenta y su marido. Si esa actitud es considerada y valorada en su justa medida, la Argentina está en vías de terminar con un gobierno excedido en el calendario, el de Néstor Kirchner, y de liberarse de las falsas dualidades en el manejo del poder por las cuales su mujer, en ocasiones, parece ajena a la función que le fue encomendada por el mandato popular.

Es de esperar que, más allá de los obvios lazos conyugales, la Presidenta honre el sitio que le adjudica la historia y, en lugar de alentar como hasta ahora las antinomias entre diversos sectores y los privilegios de un reducido círculo de confidentes, abra el juego, fomente el diálogo, procure consensos y, enhorabuena, cumpla con una promesa de cambio que, por el conflicto con el campo y su enorme facilidad para irritar al prójimo, quedó postergada desde el traspaso del poder.

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