India ha exigido a Pakistán la entrega de 20 fugitivos, todos ellos vinculados a acciones terroristas en suelo indio, como gesto de buena voluntad tras las denuncias de que los yihadistas que atacaron Bombay eran paquistaníes entrenados en campamentos en ese país.
India ha exigido a Pakistán la entrega de 20 fugitivos, todos ellos vinculados a acciones terroristas en suelo indio, como gesto de buena voluntad tras las denuncias de que los yihadistas que atacaron Bombay eran paquistaníes entrenados en campamentos en ese país. Entre los militantes que demanda está Dawood Ibrahim, uno de los jefes del crimen organizado más buscados del mundo y el supuesto cerebro de los atentados de 1993, en los que murieron 250 personas en esta misma capital económica de India.
En un mensaje televisado dirigido a la nación para calmar la angustia que vive la sociedad después de cinco grandes atentados en lo que va de año, el ministro de Exteriores, Pranab Mukherjee, aseguró ayer que la petición de extradición fue cursada el lunes durante una reunión con el embajador paquistaní en Nueva Delhi. "Estamos esperando una respuesta", señaló el ministro.
La entrega de Dawood es casi una misión imposible. No es seguro que se encuentre en Pakistán y, si estuviera, es dudoso que el actual Gobierno -salido de las urnas en febrero tras nueve años de dictadura- pueda capturarle. Su paradero es una incógnita tan difícil de resolver como la del mulá Omar y la de Osama Bin Laden. El supuesto criminal de origen indio es uno de los cuatro hombres más buscados por Interpol.
Dawood es la sombra que planea sobre todos los males de India. Muchos de los medios de comunicación de esta potencia emergente asiática también han visto esta vez, en los ataques coordinados del pasado miércoles en el corazón de Bombay, la mano negra del capo.
El ministro paquistaní de Exteriores, Sha Mehmod Qureshi, ofreció ayer a India formar un equipo conjunto de investigación, pero no respondió a la demanda de extradición. En Bombay se encuentra un equipo del FBI para colaborar con sus homólogos indios, aunque fue retenido en el aeropuerto casi un día porque el material que traía necesitaba permiso. De los 24 extranjeros muertos en los atentados que costaron la vida a 183 personas, cuatro eran estadounidenses. La prensa de EE UU afirmaba ayer que Washington alertó a India, hace más de un mes, de un ataque.
Dawood Ibrahim fue el gran jefe de los bajos fondos de Bombay. Narcotráfico, tráfico de armas, lavado de dinero y crimen organizado eran algunas de las actividades de este hombre que dirigía la organización de carácter mafioso D-Company. Sin embargo, se vio obligado a fugarse de Bombay después de que se volvieran contra él muchos de sus gánsteres de religión hindú, por haber organizado los atentados de 1993, supuestamente para vengar a los musulmanes muertos en las revueltas que siguieron a la destrucción de la mezquita de Ayodhya (diciembre de 1992).
La lista de 20 fugitivos de la justicia india continúa con dos extremistas paquistaníes muy buscados por Nueva Delhi por dirigir organizaciones armadas que persiguen la integración en Pakistán de la disputada región de Cachemira. Son el maulana (clérigo) Masud Azar, fundador de Yaish e Mohamed (el Ejército de Mahoma, conocido por las siglas JeM), y Hafiz Said, fundador de Lashkar e Toiba (LeT), grupo al que se atribuyen los atentados de Bombay, según las declaraciones del terrorista capturado vivo el miércoles.
Cuando en 2002 Pakistán ilegalizó LeT tras comprobarse su participación en el ataque al Parlamento indio, que estuvo a punto de desatar la cuarta guerra entre los dos vecinos, Hafiz Said anunció que dejaba LeT y fundó Yamat ud Dawa, brazo político de la anterior y organización caritativa con mucha presencia en la parte de Cachemira bajo control paquistaní. Hafiz Said goza de un enorme apoyo popular y su entrega levantaría Pakistán.
También parece muy difícil la extradición de Masud Azar, que fue capturado en 1994 durante una operación en Srinagar, la capital de la Cachemira india, y liberado en 1999, para facilitar el fin de un secuestro aéreo.
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India ha exigido a Pakistán la entrega de 20 fugitivos, todos ellos vinculados a acciones terroristas en suelo indio, como gesto de buena voluntad tras las denuncias de que los yihadistas que atacaron Bombay eran paquistaníes entrenados en campamentos en ese país. Entre los militantes que demanda está Dawood Ibrahim, uno de los jefes del crimen organizado más buscados del mundo y el supuesto cerebro de los atentados de 1993, en los que murieron 250 personas en esta misma capital económica de India.
En un mensaje televisado dirigido a la nación para calmar la angustia que vive la sociedad después de cinco grandes atentados en lo que va de año, el ministro de Exteriores, Pranab Mukherjee, aseguró ayer que la petición de extradición fue cursada el lunes durante una reunión con el embajador paquistaní en Nueva Delhi. "Estamos esperando una respuesta", señaló el ministro.
La entrega de Dawood es casi una misión imposible. No es seguro que se encuentre en Pakistán y, si estuviera, es dudoso que el actual Gobierno -salido de las urnas en febrero tras nueve años de dictadura- pueda capturarle. Su paradero es una incógnita tan difícil de resolver como la del mulá Omar y la de Osama Bin Laden. El supuesto criminal de origen indio es uno de los cuatro hombres más buscados por Interpol.
Dawood es la sombra que planea sobre todos los males de India. Muchos de los medios de comunicación de esta potencia emergente asiática también han visto esta vez, en los ataques coordinados del pasado miércoles en el corazón de Bombay, la mano negra del capo.
El ministro paquistaní de Exteriores, Sha Mehmod Qureshi, ofreció ayer a India formar un equipo conjunto de investigación, pero no respondió a la demanda de extradición. En Bombay se encuentra un equipo del FBI para colaborar con sus homólogos indios, aunque fue retenido en el aeropuerto casi un día porque el material que traía necesitaba permiso. De los 24 extranjeros muertos en los atentados que costaron la vida a 183 personas, cuatro eran estadounidenses. La prensa de EE UU afirmaba ayer que Washington alertó a India, hace más de un mes, de un ataque.
Dawood Ibrahim fue el gran jefe de los bajos fondos de Bombay. Narcotráfico, tráfico de armas, lavado de dinero y crimen organizado eran algunas de las actividades de este hombre que dirigía la organización de carácter mafioso D-Company. Sin embargo, se vio obligado a fugarse de Bombay después de que se volvieran contra él muchos de sus gánsteres de religión hindú, por haber organizado los atentados de 1993, supuestamente para vengar a los musulmanes muertos en las revueltas que siguieron a la destrucción de la mezquita de Ayodhya (diciembre de 1992).
La lista de 20 fugitivos de la justicia india continúa con dos extremistas paquistaníes muy buscados por Nueva Delhi por dirigir organizaciones armadas que persiguen la integración en Pakistán de la disputada región de Cachemira. Son el maulana (clérigo) Masud Azar, fundador de Yaish e Mohamed (el Ejército de Mahoma, conocido por las siglas JeM), y Hafiz Said, fundador de Lashkar e Toiba (LeT), grupo al que se atribuyen los atentados de Bombay, según las declaraciones del terrorista capturado vivo el miércoles.
Cuando en 2002 Pakistán ilegalizó LeT tras comprobarse su participación en el ataque al Parlamento indio, que estuvo a punto de desatar la cuarta guerra entre los dos vecinos, Hafiz Said anunció que dejaba LeT y fundó Yamat ud Dawa, brazo político de la anterior y organización caritativa con mucha presencia en la parte de Cachemira bajo control paquistaní. Hafiz Said goza de un enorme apoyo popular y su entrega levantaría Pakistán.
También parece muy difícil la extradición de Masud Azar, que fue capturado en 1994 durante una operación en Srinagar, la capital de la Cachemira india, y liberado en 1999, para facilitar el fin de un secuestro aéreo.
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