El 6 de mayo de 2007, hace dos años exactamente, Nicolas Sarkozy era elegido sexto presidente de la V República Francesa. Este abogado de 54 años llegaba entonces al Elíseo arrastrando un índice de popularidad arrollador y dispuesto, tal y como había prometido en la campaña electoral, a cambiar Francia de arriba abajo, sobre todo desde el punto de vista económico.
El 6 de mayo de 2007, hace dos años exactamente, Nicolas Sarkozy era elegido sexto presidente de la V República Francesa. Este abogado de 54 años, varias veces ministro, llegaba entonces al Elíseo arrastrando un índice de popularidad arrollador y dispuesto, tal y como había prometido en la campaña electoral, a cambiar Francia de arriba abajo, sobre todo desde el punto de vista económico. Aseguró que los franceses disfrutarían de más nivel de vida y que trabajaría para conseguir el pleno empleo. Dos años y una crisis económica planetaria después, el panorama es muy distinto: los sondeos reflejan una caída casi en picado de su aceptación entre los franceses.
El hundimiento económico se ha llevado por delante no sólo las promesas de Sarkozy de aumento del bienestar de los franceses, sino buena parte de su impulso reformista-liberal, aparcado a la espera de vientos mejores. "Trabajar más para ganar más", era uno de los lemas de su campaña, una frase que se ha vuelto cruelmente irónica cuando Francia alcanza niveles de paro nunca vistos desde los años noventa, con 2,5 millones de desempleados. Sus correligionarios, con todo, le defienden argumentando que Francia está aguantando la crisis mejor que otros países vecinos. "Es el único que podía manejar esta crisis", asegura Jean-François Copé, el presidente de la UMP en la Asamblea francesa.
Una encuesta aparecida ayer en el periódico Metro asegura que el 65% de los franceses se confiesan "decepcionados" con la gestión de Sarkozy. El 63%, según el sondeo, opina, además, que el balance de su presidencia, dos años después, es "más bien negativo".
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