El movimiento palestino Fatah ha abordado una tarea pendiente durante las dos últimas décadas: renovar su dirección y su estrategia. En vida de Arafat, los líderes de Fatah consideraban innecesario refrendar la legitimidad histórica que ostentaban, y de ahí que desde 1989 no se celebrasen congresos. Pero la percepción fue cambiando a medida que se extendían la corrupción y los modos autoritarios una vez que Fatah llegó a la Autoridad Palestina. Hamás es, en gran medida, el resultado de la parálisis en la que ha vivido Fatah. La organización islamista no sólo ha perseguido la corrupción en sus filas, sino que se ha convertido en la abanderada de la resistencia frente a Israel, mientras que Fatah apostaba por unas negociaciones invariablemente concluidas en fracaso.
El congreso que Fatah acaba de celebrar en Belén, el primero en territorio palestino, ha servido para renovar a dos tercios de su dirección, incorporando a líderes más jóvenes surgidos en el interior de los Territorios Ocupados y con la vista puesta en las próximas elecciones. Se trataba de un paso ineludible para abordar los desafíos que aguardan a los palestinos si, como parece, la nueva Administración norteamericana se compromete en la búsqueda de un arreglo en Oriente Próximo. Con los antiguos dirigentes de Fatah resultaba difícil la recomposición de la unidad entre Cisjordania y Gaza, imprescindible para entablar cualquier negociación futura con Israel. Y aunque la nueva dirección no dejará de enfrentarse al obstáculo de la partición política de los dos territorios, arranca su mandato con un lastre menor que su predecesora. Desde el primer momento, Hamás tampoco ha querido allanar el camino de la reconciliación entre palestinos, y ha impedido salir de Gaza a los delegados en el congreso de Fatah
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El congreso que Fatah acaba de celebrar en Belén, el primero en territorio palestino, ha servido para renovar a dos tercios de su dirección, incorporando a líderes más jóvenes surgidos en el interior de los Territorios Ocupados y con la vista puesta en las próximas elecciones. Se trataba de un paso ineludible para abordar los desafíos que aguardan a los palestinos si, como parece, la nueva Administración norteamericana se compromete en la búsqueda de un arreglo en Oriente Próximo. Con los antiguos dirigentes de Fatah resultaba difícil la recomposición de la unidad entre Cisjordania y Gaza, imprescindible para entablar cualquier negociación futura con Israel. Y aunque la nueva dirección no dejará de enfrentarse al obstáculo de la partición política de los dos territorios, arranca su mandato con un lastre menor que su predecesora. Desde el primer momento, Hamás tampoco ha querido allanar el camino de la reconciliación entre palestinos, y ha impedido salir de Gaza a los delegados en el congreso de Fatah
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