Por primera vez en años unas conversaciones entre Irán y sus interlocutores occidentales a propósito de las ambiciones nucleares del régimen de los ayatolás no acaban en fiasco o palabras vacías. Ayer, en Ginebra, unos y otros las calificaron de constructivas y decidieron volver a verse a finales de octubre. Los enviados de EE UU e Irán han mantenido incluso un encuentro a solas y, según su ministro de Exteriores, Teherán no descarta elevar al máximo nivel el rango de encuentros futuros. El alto representante europeo, Javier Solana, afirma que el Gobierno iraní acepta colaborar con transparencia con el Organismo Internacional de la Energía Atómica -vale decir permitir su próxima inspección- respecto a la instalación secreta de Qom, descubierta recientemente y sobre la que Teherán no había dicho palabra.
El opaco régimen islámico ha demostrado durante más de tres años ser absoluto maestro en el juego del ratón y el gato con Estados Unidos y Europa a propósito de un programa nuclear sobre cuyo alcance militar y grado de puesta a punto discrepan todavía los principales servicios de espionaje occidentales. Hasta hoy, Teherán, sancionado repetidamente por el Consejo de Seguridad, no ha hecho una sola concesión a sus alarmados interlocutores y sigue enriqueciendo uranio cada vez con mayor intensidad. Sus dirigentes han reiterado por activa y por pasiva que mantendrán esa política, una decisión que el presidente Ahmadineyad ha hecho incluso más vocal tras la crisis subsiguiente a su fraudulenta reelección hace unos meses.
En este contexto ha de juzgarse lo ocurrido ayer en las afueras de Ginebra. Más temprano que tarde sabremos si esos signos alentadores son sólo un espejismo táctico o, por el contrario, el primer y modesto fruto de la paciente labor de Barack Obama en su intento de construir puentes entre EE UU y los ayatolás.
Fuente: Editorial diario El País de España
El opaco régimen islámico ha demostrado durante más de tres años ser absoluto maestro en el juego del ratón y el gato con Estados Unidos y Europa a propósito de un programa nuclear sobre cuyo alcance militar y grado de puesta a punto discrepan todavía los principales servicios de espionaje occidentales. Hasta hoy, Teherán, sancionado repetidamente por el Consejo de Seguridad, no ha hecho una sola concesión a sus alarmados interlocutores y sigue enriqueciendo uranio cada vez con mayor intensidad. Sus dirigentes han reiterado por activa y por pasiva que mantendrán esa política, una decisión que el presidente Ahmadineyad ha hecho incluso más vocal tras la crisis subsiguiente a su fraudulenta reelección hace unos meses.
En este contexto ha de juzgarse lo ocurrido ayer en las afueras de Ginebra. Más temprano que tarde sabremos si esos signos alentadores son sólo un espejismo táctico o, por el contrario, el primer y modesto fruto de la paciente labor de Barack Obama en su intento de construir puentes entre EE UU y los ayatolás.
Fuente: Editorial diario El País de España
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