La historia uruguaya no tiene la continuidad de los procesos brasileños. Se parece más a la Argentina en cuanto a sus crispaciones, pero en general difiere en que sus desenlaces son menos dramáticos, más armónicos, con tendencia a la amortiguación, porque transcurren siempre dentro del marco de unas reglas de juego. Es lo que ha vuelto a pasar el domingo.
Cuando se esperaba una victoria del Frente Amplio en primera vuelta en horas de la tarde, finalmente se terminó con que habrá ballottage porque el partido del gobierno obtuvo el 47,49% y no llegó al 50% más 9000 votos, algo que sí sucedió con Tabaré Vázquez en octubre de 2004, cuando se ungió mandatario desde el vamos.
La segunda vuelta quedó entablada, entonces, entre el senador José Mujica y el ex presidente Luis Lacalle (28,54%), quien afrontará la instancia con un explícito apoyo colorado, brindado espontáneamente por el candidato Pedro Bordaberry, quien expresó que consultaría a su autoridad partidaria mañana, pero que desde ya anunciaba su voto personal a Lacalle.
Detrás de él hemos salido otros en la misma línea y, en general, los colorados parecen inclinarse en esa dirección, con más o menos entusiasmo pero con la convicción de que el veterano líder blanco ofrece mayores garantías en cuanto al Estado de Derecho, la modernización educativa, el enfrentamiento de la seguridad pública y hasta el estilo necesario para un presidente de la República, bastante incompatible con el desenfado siempre turbulento del viejo guerrillero.
La propia inserción internacional del país -muy importante para Uruguay- no se ve igual en un caso y otro, cuando Mujica pone de modelo a Lula pero expresa su simpatía por Hugo Chávez y Fidel Castro, del mismo modo que notoriamente cultiva una amistad con el matrimonio Kirchner, bastante molesta para el propio presidente Tabaré Vázquez.
Siga leyendo el artículo del diario La Nación de Buenos Aires
Cuando se esperaba una victoria del Frente Amplio en primera vuelta en horas de la tarde, finalmente se terminó con que habrá ballottage porque el partido del gobierno obtuvo el 47,49% y no llegó al 50% más 9000 votos, algo que sí sucedió con Tabaré Vázquez en octubre de 2004, cuando se ungió mandatario desde el vamos.
La segunda vuelta quedó entablada, entonces, entre el senador José Mujica y el ex presidente Luis Lacalle (28,54%), quien afrontará la instancia con un explícito apoyo colorado, brindado espontáneamente por el candidato Pedro Bordaberry, quien expresó que consultaría a su autoridad partidaria mañana, pero que desde ya anunciaba su voto personal a Lacalle.
Detrás de él hemos salido otros en la misma línea y, en general, los colorados parecen inclinarse en esa dirección, con más o menos entusiasmo pero con la convicción de que el veterano líder blanco ofrece mayores garantías en cuanto al Estado de Derecho, la modernización educativa, el enfrentamiento de la seguridad pública y hasta el estilo necesario para un presidente de la República, bastante incompatible con el desenfado siempre turbulento del viejo guerrillero.
La propia inserción internacional del país -muy importante para Uruguay- no se ve igual en un caso y otro, cuando Mujica pone de modelo a Lula pero expresa su simpatía por Hugo Chávez y Fidel Castro, del mismo modo que notoriamente cultiva una amistad con el matrimonio Kirchner, bastante molesta para el propio presidente Tabaré Vázquez.
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