La fotografía que ayer circuló velozmente por Internet y ocupó primera plana en los diarios del mundo será, seguramente, una de las más célebres del año: el primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi, agredido por un objeto que le arroja un ciudadano a la vista de miles de seguidores en Milán. Berlusconi termina su domingo de gloria con el rostro ensangrentado, la nariz herida y estragos en la dentadura causados por el golpe de una pequeña réplica metálica de la catedral milanesa.
Lanzado por un ciudadano sin antecedentes en lo penal, pero sí en lo siquiátrico, el contundente adorno ha servido para mostrar de manera dramática la tensa realidad que vive Italia. Berlusconi, dueño de la televisión privada y administrador de la oficial, ha sobredimensionado su figura hasta hacerla equiparable a la de un rey o un soberano. Basado en ese poder, congrega en torno a él un amplio respaldo político y popular que esgrime contra las instituciones empeñadas en poner freno a sus abusos y corruptelas, como las cortes judiciales y la prensa independiente.
El propio Cavaliere se sorprende ahora de los niveles de odio que es capaz de despertar. Algunos rivales suyos pretenden, equivocadamente, que recaiga sobre él la responsabilidad por el ataque. "Su comportamiento instiga a la violencia", dice Antonio Di Pietro, uno de los líderes de la oposición. Es verdad que Berlusconi ha contribuido a crear el ambiente pugnaz que vive su país. Pero resulta injustificable el recurso a actos violentos como este, que solo se explica por el enajenamiento mental del autor.
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Lanzado por un ciudadano sin antecedentes en lo penal, pero sí en lo siquiátrico, el contundente adorno ha servido para mostrar de manera dramática la tensa realidad que vive Italia. Berlusconi, dueño de la televisión privada y administrador de la oficial, ha sobredimensionado su figura hasta hacerla equiparable a la de un rey o un soberano. Basado en ese poder, congrega en torno a él un amplio respaldo político y popular que esgrime contra las instituciones empeñadas en poner freno a sus abusos y corruptelas, como las cortes judiciales y la prensa independiente.
El propio Cavaliere se sorprende ahora de los niveles de odio que es capaz de despertar. Algunos rivales suyos pretenden, equivocadamente, que recaiga sobre él la responsabilidad por el ataque. "Su comportamiento instiga a la violencia", dice Antonio Di Pietro, uno de los líderes de la oposición. Es verdad que Berlusconi ha contribuido a crear el ambiente pugnaz que vive su país. Pero resulta injustificable el recurso a actos violentos como este, que solo se explica por el enajenamiento mental del autor.
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