La ola de pederastia dentro de la Iglesia Católica, que se destapó hace algunos años, no cesa de crecer, hasta el punto de que el sábado pasado el Papa tuvo que enfrentarla con una carta a los irlandeses que pretende apaciguar al menos los casos más recientes. En ella, Benedicto XVI no atribuye responsabilidad al Vaticano por su silencio ni impone sanciones, pero expresa "vergüenza y arrepentimiento" en nombre de la institución que encabeza y reconoce a los feligreses que "su confianza ha sido traicionada y violada su dignidad".
Las noticias sobre casos de pederastia se asemejan a las muñecas rusas que están unas dentro de otras, pero al revés: a cada escándalo lo sucede uno mayor. Poco después de conocerse la detención de un religioso español en Chile por cometer y grabar abusos sexuales con alumnos suyos, Alemania se estremeció por las revelaciones sobre tratamiento violento y abusos en los que incurrieron hace varios años más de 150 sacerdotes. Y no bien el Vaticano se pronunció sobre esta información -que en el capítulo de maltratos incluye a un hermano del Papa-, estalló en la poderosa comunidad católica de Irlanda la bomba de un cardenal que fue incapaz de controlar a los clérigos pederastas. Aunque este es el más vivo escándalo que salpica ahora a la Iglesia, no es el último en el tortuoso mundo del abuso de menores: en España acaba de descubrirse una secta erótico-deportiva que abusaba de los pequeños alumnos de una academia de karate.
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