La militancia armada que el primer ministro Vladimir Putin juró aplastar cuando asumió el poder hace una década le envió ayer un mensaje desafiante al Kremlin, al perpetrar el peor ataque en los últimos seis años y dejar en evidencia el fracaso de su política en la región más turbulenta del país.
La respuesta a las dos explosiones que mataron a cerca de 40 personas en el subterráneo de Moscú será un importante indicador de cómo enfocará el tándem gobernante la violencia y los disturbios en la región mayoritariamente musulmana del norte del Cáucaso, un obstáculo crucial para la seguridad y el éxito del país.
Los atentados podrían alimentar aún más las intrigas políticas previas a las elecciones presidenciales de 2012, cuando Putin -que aún es considerado el líder más poderoso de Rusia después de haber guiado a Dimitri Medvedev hasta el Kremlin en 2008- podría buscar un regreso a la presidencia.
Durante su gobierno, Putin condujo a Rusia a su segunda guerra postsoviética contra los rebeldes de Chechenia, después de una serie de letales ataques contra edificios en Moscú y en otras ciudades.
En ese momento, Putin juró que los rebeldes serían perseguidos y aniquilados "hasta en las letrinas", una expresión típica de la retórica dura que tanto promovió su popularidad durante su presidencia de 2000-2008.
"Esto es una afrenta directa contra Vladimir Putin, cuyo ascenso al poder se construyó sobre la promesa de aniquilar a los enemigos de Rusia", dijo ayer Jonathan Eyal, del Royal United Services Institute, de Gran Bretaña.
El lugar elegido ayer para la primera explosión envió un mensaje directo al corazón del poder en Moscú y al aparato de seguridad rusa: la estación de subterráneo Lubyanka comparte el nombre con el cuartel general del Servicio Federal de Seguridad, el principal sucesor local de la KGB soviética, que se encuentra a pocos metros de distancia.
"Resulta asombroso que el Servicio de Seguridad Federal haya sido incapaz de frustrar el atentado. Por supuesto, es imposible impedir todos los atentados. Pero la policía ha fracasado estrepitosamente al no haber logrado infiltrarse en los grupos chechenos que operan en Moscú", dijo Eyal.
La respuesta del Kremlin a los ataques podría ser una ofensiva más dura contra los grupos militantes del norte del Cáucaso, que han puesto a prueba las políticas antiterroristas del Kremlin durante una generación.
A pesar de que nadie se atribuyó la responsabilidad por los atentados, los funcionarios han centrado sus sospechas en el norte del Cáucaso.
El alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, dijo que los ataques fueron llevados a cabo por mujeres suicidas -un método que ha sido empleado por los rebeldes chechenos- y el jefe del Servicio Federal de Seguridad dijo que probablemente se tratara de mujeres del norte del Cáucaso.
Los grupos de derechos humanos dicen que una mayor represión en la turbulenta región sólo servirá para alimentar la furia que sigue promoviendo la actividad rebelde casi una década después de la guerra con la que Putin derrotó al gobierno separatista de Chechenia.
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