jueves, julio 15, 2010

Que no se olvide a Haití

Seis meses después del devastador terremoto que arrasó al país y dejó entre 50.000 y 220.000 muertos, Haití necesita comida, agua, viviendas, empleo y, sobre todo, fe en su futuro. Esto último, lamentablemente, es lo que más escasea en el que ha sido el país más menesteroso de América, con un 80 por ciento de población en la pobreza y un 55 por ciento en la miseria aun antes del sismo.
Si hace un año su crecimiento económico era de menos 0,5, es fácil imaginar el abismo al que ha rodado ahora.

Un balance del primer semestre de reconstrucción revela que, pese a los esfuerzos hechos y al dinero invertido, la situación sigue siendo desoladora: más de un millón de personas viven bajo carpas, hace falta comida y -según informe de la ONG Médicos sin Fronteras- la actitud de las autoridades es "decepcionante". La promesa de realojar a los damnificados antes de tres meses no se cumplió sino en mínima parte, así que la vida transcurre en condiciones precarias. Reiterados reportajes de prensa señalan cómo el espíritu de Kafka se ha apoderado del territorio, y cualquier diligencia que precise el sello oficial (desde recibir un cargamento de ayudas hasta levantar unas casas prefabricadas) debe atravesar un laberinto de papeles y trámites burocráticos ante oficinas que a menudo no se sabe dónde quedaron.


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