La vasta mayoría de los accidentes cardiovasculares ocurren durante la edad media de la vida. Esto es así porque la aterosclerosis, un fenómeno que comienza tempranamente y se caracteriza por acumular grasas en múltiples segmentos de todo el árbol arterial, hace eclosión entre los 50 y los 70 años, momento coincidente con la edad en que la denominada "clase dirigente" empieza a ocupar espacios trascendentes en la vida pública.
Algunos ejemplos lo ilustran. Los tres hombres de la histórica conferencia de Yalta padecieron y sufrieron de igual forma. Winston Churchill murió senil y con múltiples accidentes cerebrales (infartos lacunares). Franklin D. Roosevelt, más tempranamente, como consecuencia de una hemorragia intracraneana, y Josef Stalin, por un evento isquémico en el mismo órgano. Los tres tuvieron hipertensión arterial, un factor asociado con la progresión de la enfermedad y que afecta a 1 de cada 4 personas en el mundo.
Juan Perón es otro caso. Sufrió más de un infarto cardíaco. Sus arterias coronarias exhaustas acabaron por dañar a tal punto su corazón que murió asfixiado como consecuencia de la insuficiencia cardíaca en que derivó su enfermedad.
Mao y Boris Yeltsin, ambos en ejercicio del poder, debieron ser operados con la técnica del bypass por la agresividad de esta enfermedad.
Dos ex presidentes argentinos, Carlos Menem y Fernando de la Rúa, enfrentaron la necesidad de revascularizar arterias obstruidas durante sus mandatos. Uno su arteria carótida y el otro, un vaso coronario.
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