La manga del traje de campaña de Luis Silva está cubierta de sangre seca, al igual que su chaleco antibalas. En la cara aún tiene alojados dos proyectiles, pero no se queja. Es boína roja, con los suficientes años en el Ejército para llevar cosido al pecho el parche de ex combatiente del Cenepa.
“Había evacuado a dos compañeros heridos y llevado a un policía a una ambulancia. El Presidente ya había sido sacado a salvo del Hospital y subí a un carro del GEO, cuando vi que un policía disparaba su escopeta frente a mi”, refiere Silva, quien solo dos días antes de la incursión al Hospital de la Policía había terminado un extenuante patrullaje en la frontera, reforzada militarmente en los días en que Colombia bombardeaba puestos de las FARC.
“Al pasar la puerta del Hospital de la Policía escuché un impacto en el parabrisas”, dice el sargento II. “Empecé a sangrar, me llegaron estos perdigones”, continúa y acerca la mano hasta dos marcas negras, que parecen lunares, en el pómulo derecho. Tres días después del rescate del presidente Rafael Correa sigue con el mismo camuflaje, en el campamento montado en el Colegio Militar.
La toma por asalto a la casa de salud fue ordenada en Carondelet. La llamada de alerta fue transmitida desde el Complejo Militar de La Recoleta al comandante de la Fuerza de Tarea 4, general Hegel Peñaherrera, quien tiene su oficina de mando en el cuartel Epiclachima, en el sur de Quito.
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