jueves, diciembre 02, 2010

¿Bochorno para EE.UU.? Sí, y para muchos otros

La filtración de cables diplomáticos estadounidenses que realiza WikiLeaks, con la invalorable y debidamente dosificada colaboración de cinco importantes medios gráficos internacionales, presenta un fuerte atractivo para el público. Sin entrar en las pocas cuestiones realmente delicadas (como los pedidos árabes para un ataque a Irán, la orden de espiar a los más altos funcionarios de la ONU o la poca disposición que muchos tendrán por un buen tiempo para hablar con delegados norteamericanos), hay que señalar que el grueso de lo publicado no sorprende a casi nadie. Lo que atrae, entonces, es ver a la hiperpotencia desnuda y tecnológicamente humillada, y pescada en un flagrante doble discurso que combina elogios en público con críticas y sospechas en privado.

Asimismo, interesa descubrir el «costado humano» de la política internacional, el desfile de funcionarios de diferentes niveles deseosos de abrirse frente a interlocutores que, lo saben bien, harán llegar el mensaje a la metrópoli. Conocer, en resumidas cuentas, que Cristina de Kirchner puede ofrecerle su ayuda a Estados Unidos para poner en caja a Evo Morales, a quien pondera en público pero que en realidad (¿en realidad?) considera una persona «no fácil». O que Michelle Bachelet puede ser muy amiga de la Presidente, pero que eso no le impide calificarla de «inestable» nada menos que en una conversación destinada a llegar a los escritorios más importantes del Departamento de Estado. ¡Vaya novedad!: lo mismo que puede estar haciendo a esta hora con usted su más íntimo amigo, estimado lector.

Con todo, convengamos, nada de eso es demasiado relevante. Como no lo es que Sergio Massa haya tenido una opinión tan pobre de Néstor Kirchner (paralela, de seguro, a la que éste, de poder defenderse hoy, expresaría sobre el intendente de Tigre) o que Alberto Fernández haya indicado, palabras más o menos, que no le ve futuro al proyecto político del que en su momento decidió desertar. Y tampoco, ciertamente, que se considere a Mauricio Macri igual de brusco que el ex presidente.

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