viernes, enero 28, 2011

El viento de sublevación arrasa todo a su paso en el mundo árabe

El viento de sublevación que sopla en el mundo árabe bien podría arrasar todo a su paso. Inmolaciones por el fuego -siguiendo el ejemplo del joven tunecino que inició "la revolución de los jazmines"-, disturbios, tensiones sociales y políticas estallaron en escasos días en todos los países árabes.

El súmmum de esa ola de agitación se produjo anteayer en Egipto, donde la policía lanzó gases lacrimógenos contra miles de manifestantes que reclamaban reformas sociales y políticas.

Desde Argelia al sultanato de Omán, pasando por Jordania, Yemen o Kuwait, la revolución tunecina parece haber puesto al descubierto una hoguera latente de resentimiento, alimentada desde hace tiempo por la indiferencia de unos dirigentes autócratas y con frecuencia corruptos, más preocupados por permanecer en el poder que por el bienestar de sus administrados.

De los 22 países árabes, donde viven más de 350 millones de personas, sólo tres pueden llamarse democracias y todas están aquejadas por profundos males.Irak, que sigue siendo presa del sectarismo y los kamikazes, vive una democracia impuesta por Estados Unidos. Ocupados por Israel, los territorios palestinos sólo tienen de un Estado el nombre. En el Líbano, el nombramiento de Najib Mikati como primer ministro, apoyado por el Hezbollah proiraní y por Siria, vuelve a colocar a ese país al borde de la guerra civil.
El resto de la región pasa de las más terribles de las dictaduras, como en Libia, a las autocracias más paternalistas, como en Qatar, con matices de regímenes autoritarios y oligárquicos aquí y allá.
Si bien las condiciones difieren en cada país de la región, los problemas que aquejan al mundo árabe son endémicos: concentración de poder y riquezas en unas pocas manos, escasas infraestructuras, sistemas de educación primitivos, salud pública casi inexistente e ingresos cada vez más escasos para una población que debe hacer frente al aumento constante de los alimentos y la vivienda.

Corrupción y nepotismo reinan en medio de una ausencia total de transparencia y de mecanismos de control. Todos esos problemas deben ser tratados a la brevedad. Si no se ha hecho hasta ahora es en gran parte responsabilidad de Occidente, obnubilado por el fantasma del islamismo."Hallar el punto de equilibrio entre las aspiraciones democráticas de la juventud árabe y los imperativos estratégicos y económicos de un gran país, nunca es fácil", señala el historiador Benjamin Stora. Muchas veces, esos objetivos obligan a apoyar a gobiernos impopulares y autocráticos. Esa es la explicación de la manifiesta antipatía que expresan los jóvenes árabes contra Europa y Estados Unidos.Muchos analistas creen que éste es el momento propicio para modificar esa desconfianza, tratando de hacer avanzar la democracia en Medio Oriente. Los estrategos occidentales argumentan, no obstante, que es imposible medir todos los países de la región con la misma vara

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