miércoles, marzo 02, 2011

El régimen conserva fuerzas para librar una larga lucha


Sentada en un minúsculo puff frente a ese trono de pacotilla, los zapatos del coronel Muammar Khadafy me llegaban casi a la altura de la nariz. Después de haber pasado varias semanas recluida en un hotel -virtualmente secuestrada- esperando para hacer esa entrevista, estar en esa humillante posición de sumisión aumentaba mi irritación.

-De modo que usted es argentina y viene a hablarme de la heroica resistencia de su gobierno contra el imperialismo mundial, dijo en árabe sin dignarse mirarme, mientras un miembro de su séquito traducía al inglés.

-No, coronel. Vengo a entrevistarlo sobre el avión lleno de armas que usted envió a Galtieri durante la guerra de Malvinas, y los caballos que recibió de su parte en agradecimiento, contesté.

Esta vez me miró fugazmente y volvió a desviar los ojos. Como la mayoría de la gente del desierto, Khadafy rara vez fija directamente a su interlocutor. Con los ojos entrecerrados, prefiere conservar esa actitud indiferente y hierática de los dioses, con la esperanza de hacer sentir su superioridad al resto de los mortales.


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