Lidió con dos guerras, una recesión y el riesgo de default; dará una fiesta para recaudar fondos. Cuando se llega a los 50 años, el rostro se vuelve un espejo difícilmente sobornable del tipo de vida que se ha tenido.
Canoso, cansado y con un lenguaje corporal con mucha menos energía que cuando electrizó al electorado en noviembre de 2008, Obama llega hoy al medio siglo con un aire que, más que a su propio reloj biológico, parece hacer honor al tiempo histórico vivido en la Casa Blanca. Un hombre de sonrisa contagiosa que, ahora, ríe poco.
Llegado al mundo el 4 de agosto de 1961 en Honolulú, Obama es uno de los tres presidentes más jóvenes que tuvo este país, condición que comparte con Theodore Roosevelt y Bill Clinton, de quien tomó la idea de aprovechar el momento y montar una fiesta para recaudar fondos de campaña.
A Obama le ha tocado lidiar con un escenario de pesadilla: las guerras de Irak y Afganistán, una recesión sin precedente, el primer riesgo de default en la historia del país, un movimiento político nuevo que es como una caja de Pandora (Tea Party); todo sin contar con que es el primer presidente no blanco en un país que aún no se ventila de prejuicios raciales.
"Para lo que está viviendo, parece un chico de 35", defendió Jennifer Psaky, una de las integrantes más jóvenes del equipo de asistentes de Obama en la Casa Blanca.
Sin embargo, Obama muestra estos días signos de cansancio y está quejoso, una imagen lejana de aquella que con frescura y un mensaje de esperanza cautivó a los votantes en 2008 y sembró grandes expectativas como para hacerse acreedor del Premio Nobel de la Paz cuando no había cumplido nueve meses de mandato.
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