La feroz disputa política para evitar el default ensombreció el clima en la Casa Blanca. Probablemente si le preguntaran al presidente norteamericano, Barack Obama, qué desea como regalo para su cumpleaños número 50, que es mañana, respondería que otro Washington.
Y es que el mandatario demócrata se ha visto abocado a lidiar con uno de los momentos políticos más difíciles en la historia del país, que llevaron a Estados Unidos incluso al borde de un nuevo abismo económico antes de lograr un acuerdo de última hora para aumentar el límite de la deuda en medio de fuertes disputas partidistas.
Lejos quedan las imágenes de un sonriente y confiado Obama recién llegado a la Casa Blanca con el aura de una nueva oleada de frescura. El propio mandatario cultivó activamente su imagen "cool": le regaló un iPod a la reina de Inglaterra en su primer encuentro y resolvió una crisis político-racial en su primer verano en la Casa Blanca invitando a los implicados a unas cervezas en los jardines presidenciales.
También han contribuido a su imagen informal su pasión por las nuevas tecnologías, con una Casa Blanca casi adicta a Twitter, y hasta sus aficiones deportivas, donde el basquet sigue siendo un favorito de Obama frente a otras aficiones más "presidenciales" como el golf.
Pero en éste, su tercer cumpleaños en la mansión presidencial, el lema de campaña "Yes we can" (sí podemos), resuena con menos fuerza que nunca.
Obama llega a su medio siglo de vida con un país que casi cae en la suspensión de pagos por encontrarse prácticamente rehén del movimiento ultraconservador Tea Party, que desde las filas republicanas ha tratado de obstaculizar cualquier solución negociada que no cumpla sus casi impracticables demandas de "menos gobierno".
Las alusiones del propio presidente a su cumpleaños han aumentado en los últimos tiempos, sobre todo sus comentarios respecto de su cabeza cada vez más canosa, muestra física de las tensiones y fatiga de los dos últimos años y medio.
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