A pesar de la “liberación” de Libia, de su rol estelar en el “salvataje” griego, de su idilio político con el británico David Cameron, al presidente francés Nicolás Sarkozy le va mal. Si bien no se sabrá hasta febrero si es o no candidato presidencial en 2012, el 68% de los franceses cree que el mandatario “será derrotado” y ven a Alain Juppé, el canciller, como el más potable para esa carrera, según un sondeo de Viavoce. Hoy es el presidente más impopular, con un 33% de apoyo. Se cuestiona no sólo su estilo, o la primera derrota de la derecha en el Senado en 50 años, sino los affaires de corrupción de su “primer círculo” de amigos y políticos, que alejan a los electores y producen pánico al mandatario y a sus asesores.
Las valijas de los dictadores africanos para financiar campañas presidenciales han sido ahogadas por otro caso más intimidante y sucio: el “affaire Karachi”, en Pakistán. El supuesto atentado terrorista, que dejó 11 franceses muertos en ese puerto paquistaní en mayo de 2002, no fue tal.
Al parecer fue una represalia de los militares y servicios secretos paquistaníes porque Francia había cancelado las comisiones establecidas por la venta de submarinos franceses a Pakistán. La justicia francesa investiga cómo esas comisiones fueron canceladas por el entonces presidente, Jacques Chirac, para que no sirvieran para financiar campaña de su adversario conservador, Eduard Balladour, de quien Sarkozy, entonces ministro de Economía, era vocero.
Dos de los más cercanos compañeros de Sarkozy fueron demorados por la policía e interrogados sobre el caso: Thierry Gaubert, su amigo desde que era alcalde de Neuilly sur Seine y ex marido de la princesa Hélene de Yugoslavia, y Nicolás Baziere, ex jefe de campaña de Balladour y testigo de casamiento en la boda de Carla Bruni y el presidente. Un intermediario estuvo en la operación y su presencia se volvió familiar en las turbias negociaciones con Oriente: el franco libanés Ziad Takieddine, que en las últimas semanas se vio desprotegido por el palacio y decidió hablar. Una forma de imitar a su esposa inglesa y en vías de divorcio y a la princesa de Yugoslavia, que resolvieron contar al juez “todo lo que saben” sobre sus ex maridos, en medio de su traumática y financieramente compleja separación
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