Dos suicidios han colmado el vaso de los desahucios en España. Estamos en la última fase del estallido de la burbuja inmobiliaria que se ceba en los particulares que no pueden hacer frente a las hipotecas desorbitadas que firmaron para pagar pisos con precios desorbitados. Se equivocan quienes quieren condenar a los bancos por estas muertes.
Las responsabilidades son mucho más amplias, lo cual no quiere decir que sean difusas. La banca es una actividad económica tan respetable como cualquier otra. Hay bancos tan buenos y tan malos como talleres de reparación, pintores o periódicos. Demonizar a cualquier colectivo es una reacción infantil que no nos podemos permitir en estos tiempos tan convulsos.
¿Qué responsabilidades se pueden pedir a los bancos? Han tardado demasiado en reconocer el inmenso riesgo que tenían acumulado en el sector inmobiliario. Especialmente lentos y faltos de reflejos han estado con los créditos concedidos a promotores para la compra de solares que no valen un euro y que difícilmente volverán a valerlo nunca. La aquiescencia con estos clientes preferentes contrasta con la dureza de echar a alguien de su casa, a pesar de que aleguen que en muchos casos han ofrecido mil y una soluciones alternativas. La cosa se complica cuando en el imaginario colectivo ha quedado fijado que los bancos han recibido 55.000 millones de dinero público -canjeado por acciones- sin que se haya explicado suficientemente que ese dinero es para atajar el impacto que podría tener sobre los impositores la mala gestión del crédito.
Llegados a este punto los bancos deberían hacer números, en términos financieros y en términos de credibilidad a medio y largo plazo, y ver si no les sale más a cuenta hacer caso del consejo que les dio hace un año el FMI cuando propuso una quita general del crédito inmobiliario en España. Se trata de ver si les sale más a cuenta seguir con este rosario de desahucios para acabar depositando los pisos en el banco malo con una merma del 55% de su valor o aplicar esta rebaja a los actuales inquilinos de esa vivienda y seguir cobrando la cuota hipotecaria reducida en proporción a la pérdida de valor de la propiedad. Ciertamente eso afectaría a créditos considerados sanos pero ayudaría igualmente a reanimar el consumo. Los bancos no son los únicos que hincharon la burbuja, pero su aportación a la solución debe ser proporcional al beneficio que obtuvieron y a las trampas en las que colaboraron buscando crédito fuera de sus impositores y tasando pisos de alto riesgo. De lo contrario, no sobrevivirán a esta crisis.
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