El Congreso de Estados Unidos, paralizado y dividido, se muestra
incapaz de sacar adelante un acuerdo que evite el abismo fiscal, y el
líder demócrata en el Senado, Harry Reid, ha advertido que Estados
Unidos “está abocado” a una masiva subida de impuestos y recortes de
gastos a partir del 1 de enero. Aún quedan cuatro días para impedirlo,
pero el pesimismo se ha instalado en Washington ante la resistencia de
ambos partidos a ceder en sus posiciones ideológicas sobre las
prioridades presupuestarias y la reducción del déficit. Este viernes, el
presidente de EE UU se reunirá con los líderes del Senado y de la
Cámara de Representantes para intentar llegar a un acuerdo 'in
extremis'.
Certificando ese pesimismo, Reid ha utilizado esta mañana la tribuna
del Senado para afirmar que, a menos que los republicanos acepten la
propuesta original de los demócratas, que incluye una subida de
impuestos para los ingresos superiores a los 250.000 dólares anuales, el
abismo fiscal será inevitable. Las posibilidades de que la oposición
acepte esas condiciones son mínimas, por no decir nulas.
La Cámara de
Representantes, dominada por los republicanos, ni siquiera se ha reunido
todavía, y su líder, John Boehner, prosigue sus vacaciones en Ohio,
desde donde esta noche piensa mantener una conversación telefónica con
sus compañeros de partido para decidir el siguiente paso. Previamente,
se ha advertido, no obstante, que la Cámara no actuará hasta que no lo
haga el Senado. Barack Obama sí está en Washington, pero su capacidad de maniobra es
mínima. El miércoles, antes de salir de Hawaii, habló por teléfono con
los líderes demócratas y republicanos de ambas cámaras, pero ningún
progreso se obtuvo en esas conversaciones. En sus manos están, sin
embargo, las últimas esperanzas de encontrarle una salida a esta
situación.
Mientras tanto, el drama continúa. La Bolsa de Nueva York seguía
perdiendo y el índice Dow Jones había bajado ya del límite de los 13.000
puntos. Los inversores pronostican una fuerte caída del consumo y un
retorno inevitable a la recesión si el país cae en el abismo fiscal.
Cerca del 90% de la población tendrá que pagar más impuestos a partir
del 1 de enero. La familia con un promedio de ingresos en torno a los
50.000 dólares anuales verá aumentar su contribución a hacienda en más
de 2.000 dólares. Más de dos millones de norteamericanos perderán sus
ayudas al desempleo. El paro superará el 9% en 2013.
Esto deberían de ser razones suficientes como para que la clase
política actuara con responsabilidad. Pero, desafortunadamente, los
incentivos puramente políticos son escasos para ambos partidos. Si el país cae en el abismo fiscal,
expirarán los beneficios fiscales de la época de George W. Bush y los
demócratas tendrán su subida de impuestos a los ricos. Igualmente, si
eso ocurre, los republicanos tendrán los 55.000 millones de recortes en
gastos sociales que ellos consideran imprescindibles. Ambos partidos
podrán presumir ante su electorado de no haber cedido ante el rival.
Ambos podrán decir que lo seguirán intentando en la próxima legislatura,
en condiciones más favorables.
Efectivamente, el próximo curso, que se inaugura el 3 de enero,
presenta mejor panorama para los actuales negociadores. Boehner, que
probablemente será reelegido presidente de la Cámara de Representantes,
se habrá librado de algunos de los más molestos miembros del Tea Party,
derrotados el 6 de noviembre. Los demócratas tendrán una más amplia
mayoría en el Senado- aunque insuficiente para evitar el filibusterismo-
y mejorarán su posición en la Cámara.
El próximo día 31 EE UU superará el techo de deuda aprobado por el Congreso. Pero, incluso postergar la negociación exigiría algún tipo de acuerdo
ahora, puesto que la ley del abismo fiscal entra en vigor el día 1.
Cualquier apaño legislativo para salvar ese límite puede librar a los
ciudadanos de algunos perjuicios, pero ya no evitará el daño que se
infligiendo a la credibilidad de EE UU. El mundo no está solo
preocupado, con razón, por las consecuencias de una crisis económica en
este país, sino por la crisis de gobernabilidad que está evidenciando la
primera potencia.
El abismo fiscal es solo una de las manifestaciones de ese problema
mayor, pero existen otras. La secretaría de Hacienda ha anunciado que el
próximo día 31 EE UU superará el techo de deuda aprobado por el
Congreso. De momento, se ha recurrido a instrumentos provisionales que
permiten extender el crédito un par de meses más. Pero en febrero o
marzo, Obama requerirá de nuevo el apoyo de la mayoría de ambas cámaras
para evitar que el país caiga en la suspensión de pagos, un riesgo que ya se vivió en el verano de 2011.
Son demasiadas crisis encadenadas como para no afectar al prestigio
de EE UU. Obama parece consciente de que la principal responsabilidad
histórica recaerá en él como presidente, y es el más dispuesto a ceder.
¿Hasta dónde?
Fuente. DIARIO EL PAÍS DE ESPAÑA
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