Maracay, la capital del estado Aragua, es, por una tradición que se remonta a los designios del dictador Juan Vicente Gómez a comienzos del siglo XX, la principal plaza militar de Venezuela. Una madrugada de febrero de 1992, de allí salió el teniente coronel Hugo Chávez con sus tropas de paracaidistas a Caracas, la capital, del país, a unos 100 kilómetros al este, para intentar un golpe de Estado a la postre fallido y una entrada a la historia que, en cambio, sí sería exitosa.
Henrique Capriles Radonski fue a Maracay este jueves a hablarles a los militares. La oportunidad se la dio un mitin en la avenida Bolívar de esa ciudad. El candidato opositor y gobernador del estado Miranda, interpeló directamente a las mujeres y hombres de uniforme, a quienes reconoció “fundamentales para el derecho de nuestra patria”.
Capriles aprovechó la cercanía física con algunos de los cuarteles y dependencias más importantes del Ejército y la aviación, para pedir a los militares y, en un sorprendente giro retórico, directamente al general que Capriles nombraría ministro de defensa, “que el 14 de abril se pongan al frente del proceso para defender la soberanía del país, para que el 14 se pueda votar en paz y se respete el resultado”.
El candidato opositor —al que las encuestas adjudican un segundo lugar en la intención de voto, a solo diez días de las elecciones— dijo comprender que a los militares también les afectan “la inflación, la inseguridad, la falta de seguridad social”, y aseguró que les garantizaría un nuevo orden de cosas en el que “más nunca un militar tendrá que ponerse la franela de un partido político". Desde Maracay anunció al gobierno de La Habana que se propone expulsar a los militares cubanos de los cuarteles venezolanos.
No lejos de allí, en Valencia, capital del estado Carabobo, Nicolás Maduro cerraba una extenuante jornada en la que también visitó otras dos ciudades de centroccidente, San Carlos (Cojedes) y San Felipe (Yaracuy).
En sus tres paradas, Maduro habló a sus seguidores, cantó el himno nacional sobre una pista grabada de la voz de Chávez, hizo proyectar el video de la alocución televisada en la que el presidente fallecido pidió, en diciembre pasado, que se votara a Maduro como su sucesor, tomó juramento de fidelidad a sus votantes, aprobó fondos para obras locales, y se rodeó de artistas de farándula que apoyan su candidatura.
Pero al guión más o menos fijo de sus eventos, el también presidente encargado de Venezuela agregó pizcas de ruptura.
En San Felipe, ofreció crear la “Gran Misión Eléctrica”. Venezuela, que se preciaba a fines del siglo XX de ser un exportador de energía hidroeléctrica a sus vecinos, ahora sufre un crónico problema de cortes de luz y planes de racionamiento. El anuncio de Maduro representa una admisión solapada de la necesidad de prestar el mejor servicio que los ciudadanos demandan. Sin embargo, Maduro atribuyó las fallas eléctricas a una guerra de la burguesía. “Nos tienen infiltrados, el enemigo de la patria existe y los mueve el odio. (Capriles) por donde va, va anunciando los apagones. Están complotados”.
La jornada también estuvo marcada por el mutismo del Consejo Nacional Electoral (CNE), órgano ante el cual representantes de la coalición opositora habían denunciado un día antes que técnicos del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) poseen, contra el reglamento, las claves que permiten activar las máquinas de votaciónque serán usadas el 14 de abril. Aunque esos voceros habían dicho que esperaban un pronunciamiento pronto del órgano electoral, todavía no se había producido, más de 24 horas después.
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