Los precios del consumo también se enfrían en la zona euro, tal y como auguraban los datos adelantados de España (cuyo IPC bajó del 2,4% al 1,4%) o de Alemania (con la inflación en el 1,2%), conocidos este lunes. La primera estimación de Eurostat de lo que ocurrió en abril, refleja otro frenazo en seco en los Diecisiete, con una tasa anual promedio del 1,2%, frente al 1,7% de marzo. Es la menor subida en tres años, desde marzo de 2010.
La inflación de la zona euro está ya muy por debajo de la referencia que maneja el Banco Central Europeo (BCE), un 2%, para garantizar la estabilidad de precios a medio plazo. Lo mismo ocurre con el volumen de dinero en circulación que crece a ritmos (por debajo del 3%) muy bajos. La combinación con la fragilidad de la actividad económica -la zona euro está en recesión- y los malos augurios de abril, con el indicador de sentimiento económico de la zona euro o los pedidos industriales a la baja, elevan la presión sobre el BCE para que vuelva a actuar.
El Consejo de Gobierno del BCE se reúne este jueves en Bratislava (Eslovaquia) con una posible bajada de tipos y un paquete de medidas para lograr que el crédito llegue a las pymes sobre la mesa. El tipo del euro, en el 0,75% desde julio del año pasado, es un mínimo histórico. Pero también es superior al del dólar o el yen, cuyos bancos centrales además se han lanzado a agresivas compras de títulos públicos y privados para sostener sus economías. Varios Gobiernos europeos, con Francia a la cabeza, creen que esa divergencia en la política monetaria mantiene al euro sobrevalorado, lo que dificulta la salida de la crisis europea.
En el otro extremo, Alemania se resiste a nuevas bajadas de tipos, y la canciller Angela Merkel, en precampaña electoral, ha llegado a sugerir que lo más adecuado para la economía alemana sería un ligero incremento. El presidente del BCE, Mario Draghi, tampoco se mostrado muy partidario hasta ahora de esta medida porque considera que, ante la fragmentación de los mercados financieros, su eficacia es muy limitada.
Draghi se muestra más preocupado porque la enorme inyección de liquidez del BCE en la banca no se traduzca en más créditos a pymes. Y desde hace meses amaga con medidas similares a las ya puestas en marcha por el Banco de Inglaterra, que bonifica los préstamos mayoristas a las entidades británicas que se comprometan a conceder un determinado nivel de préstamos a las pequeñas empresas.
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