La presencia física de Juan Pablo II se hace cada día más escasa. El Papa, anciano y enfermo, tiene dificultades para expresar su mensaje en público y para manejar desde su despacho la vasta burocracia vaticana. Crece en estas circunstancias el papel de dos de sus más estrechos colaboradores.
Uno, Joaquín Navarro-Valls, español, médico y periodista, es el rostro cotidiano de la Santa Sede, el hombre con la misión de informar al mundo sobre los acontecimientos de un pontificado en hora crepuscular. El otro, Stanislas Dziwisz, polaco, arzobispo, secretario de Karol Wojtyla desde 1966, es la sombra del Papa, el personaje discreto al que basta comenzar una frase con las palabras "su Santidad dice que..." para desplegar una inmensa influencia.
Por Enric GonzálezEl Pais07/02/05, 07.05 horas
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