lunes, mayo 30, 2005

Albania, el país de los niños suicidas

Gjirokastër es una ciudad al sur de Albania, adonde llegaron miles y miles de personas huyendo de la guerra de Kosovo, que en teoría terminó en 1999, pero cuyo rastro no ha desaparecido de la vida de miles de albaneses. Seis años después de la guerra, este país sigue viviendo el conflicto como si éste nunca hubiera desaparecido. Allí vive Agim, un niño de doce años, quien está sumido en una profunda depresión y por quien los médicos no han podido hacer nada, pues las razones para que el pequeño esté en ese estado son muchas y muy grandes. La principal, que Agim, como la mayoría de los niños de su edad, nacieron en una Albania en pleno conflicto y han crecido inmersos en un clima de violencia y miseria. Esa situación, especulan representantes de organismos humanitarios, ha hecho que muchos no aguanten y prefieran suicidarse. Agim ya lo intentó, pero con los precarios servicios médicos que se encuentran en su ciudad, lograron salvarlo. ¿Qué llevó a Agim a tomar esa decisión? Para psicólogos presentes en ese país, la violencia y las difíciles condiciones de vida de los albaneses. En el país no hay trabajo y el 90% de la población vive en la miseria. También existe el miedo: todavía hay radicales albaneses agrediendo a los sobrevivientes del conflicto. Los niños son los más afectados con la pobreza, la discriminación, la corrupción y el crimen. En todo el país, solamente un 44% de los niños y niñas de corta edad acuden a la escuela, y solamente un 13% en las zonas rurales. La pobreza, el crimen, la emigración y la inestabilidad crean un entorno peligroso. Casi dos terceras partes de los niños y niñas de Albania son testigos de actos de violencia en el hogar, y un número indeterminado ha sido víctima de la trata a través, se les somete a la explotación sexual o se les obliga a trabajar. Muchos viven encerrados en sus casas por miedo a los asesinatos por venganza entre familias. Esa situación ha provocado que Albania sea el país con más alta tasa de suicidio infantil. Las autoridades de ese país lanzaron una alerta, pues en los últimos años los niños que han intentado suicidarse se cuentan por miles. Según datos del Instituto de Estadísticas (Instat), 200 albaneses se suicidaron el año pasado, casi el doble que en 2002 cuando la cifra fue de 121. En lo que va de año, el ritmo de los suicidios no ha bajado y sólo en un mes acabaron con su vida diez personas, de las que cinco eran niños.
Miles de intentos Médicos del Hospital Universitario de Tirana confirmaron que el 75 por ciento de las 3.000 personas –más de la mitad eran niños– que en 2004 recibieron tratamientos antitóxicos, habían intentado suicidarse mediante envenenamiento. Una reciente encuesta, realizada por el Instituto de la Salud Pública (ISHP) con 4.500 estudiantes de escuelas medias de todo el país, reveló que una tercera parte de la juventud albanesa se siente a menudo deprimida y sin esperanzas de futuro. Un ocho por ciento de los entrevistados confirmó que había pensado seriamente en el suicidio por lo menos una vez en su vida, según dicho sondeo, que reveló también que este fenómeno afecta más a las mujeres y a la población urbana. Mihal Petushi, médico del hospital regional de Lushnja, zona sureña con un alto nivel de suicidios, declaró al diario Panorama que “los menores son las víctimas más frecuentes de las tentativas de suicidios” que ha registrado este centro sanitario. La alarma creció hace unas semanas, después de que una niña de 11 años y otra de 13, residentes de localidades del centro y sureste del país, se ahorcaran en sus casas de una forma muy similar y en un plazo de diez días. Según fuentes de la fiscalía citadas por la prensa, se desconocen aún los motivos de estas muertes. El Centro para la Protección de los Derechos de los Niños expresó su preocupación, y pidió que se ponga fin a los castigos físicos y psicológicos de los pequeños en las escuelas, las familias y la sociedad. Lediona Asabella, socióloga que trabaja en una de las escuelas públicas de Tirana, dijo que los niños sufren la violencia tanto en los colegios como en sus hogares. “En nuestras escuelas los maestros siguen dando bofetadas a los alumnos, pero en un 70% de los casos la violencia es psicológica”, indicó Asabella.

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