El diario La Razón de Bolivia, describe descarnadamente lo que le ocurre a la ciudad de La Pas, en su editorial del día de hoy. No se han despejado las vías, y un grupo insiste en estrangular la ciudad. Las Fuerzas Armadas están en estado de alerta roja. Sugiero su lectura.
Es probable que los dirigentes políticos de El Alto tengan el derecho de protesta, según dicen sus dirigentes. Pero quizá haya que preguntarse también si ese derecho les autoriza a atormentar a la ciudad de La Paz, a torturarla y asfixiarla. También es probable que la experiencia de octubre del 2003 recomiende no usar la fuerza en estos casos. Un caso en que un millón de habitantes son sometidos al hambre, la inmovilidad y el estruendo de las detonaciones de dinamita por parte de dirigentes de una ciudad vecina. Los hospitales de La Paz están sin provisión de oxígeno porque estos dirigentes alteños así lo han decidido y nadie les puede hacer cambiar de actitud. El Alcalde de La Paz, si ha hecho un gesto de protesta ha sido para oponerse a la elección de un ciudadano como sucesor presidencial. Es como si el asedio de los grupos de manifestantes de la ciudad de El Alto fuera una fatalidad para La Paz, algo decidido por el destino, de lo cual no se puede uno librar. La paciencia de los ciudadanos de La Paz es casi sin límites. Toleran los golpes como Job, pero sin esperanza alguna. Nadie los protege. Nadie. Quizá por eso algunos grupos de ciudadanos, como los de la zona Sur, intentaron organizarse.
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