Néstor Kirchner ganó ayer dos batallas políticas y perdió una. Están a la vista: revalidó su poder nacional al obtener un volumen de votos muy por encima del escuálido 22% con que había llegado al poder; perforó el territorio bonaerense del duhaldismo como nunca nadie lo había podido hacer desde la década del 90. Divisó, a la vez, un límite objetivo que representó la victoria de Mauricio Macri en la Capital.Como era de prever, ninguna de esas afirmaciones podría considerarse absoluta si se tiene en cuenta la heterogeneidad y la fragmentación que exhibe ahora el escenario político argentino. El Presidente recibió, es cierto, un enorme respaldo, incluso en lugares impensados como Catamarca. Pero, por las condiciones mencionadas, no podría hablarse de un carácter plebiscitario. Los porteños defraudaron en gran parte sus expectativas: pero el desempeño de Rafael Bielsa alcanzó para asegurarle tres diputados de los trece en juego en el distrito. Más nítidos e indiscutidos aparecieron, en cambio, otros mensajes de la elección legislativa. El más significativo es el del atisbo de una renovación en la política que se hace lenta y que suena como un reclamo en coro desde la gran crisis del 2001.
Continue leyendo artículo del diario El Clarín de Buenos Aires.
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