KENNETH W. STEIN, profesor de Ciencias Políticas e Historia de Oriente Medio en la Universidad de Emory, Atlanta (Estados Unidos), escribe este interesante artículo que reproduce el diario La Vanguardia de España, en su edición del día de hoy, sobre las posibilidades que tiene el acual Primer Ministro (Interino) de Israel de ganar las elecciones del próximo 28 de marzo:
Cómo es posible, sumido su líder fundador Ariel Sharon en coma en un hospital de Jerusalén, que se dé prácticamente por cierto que un partido político inexistente hace cien días vaya a ganar un tercio de los escaños parlamentarios en las elecciones israelíes del próximo 28 de marzo? Desde principios de diciembre del 2005, las proyecciones de los sondeos de opinión indican que el partido Kadima, fundado por Sharon, conseguirá entre 37 y 43 escaños en la Knesset israelí, que cuenta con 120 diputados. A lo largo de la historia de Israel ningún partido político ha obtenido más de una docena de escaños al concurrir por primera vez a las urnas tras su creación. El líder del citado partido -el protegido de Sharon, Ehud Olmert, actual primer ministro- será muy probablemente el duodécimo primer ministro de Israel y formará el próximo gobierno israelí. La popularidad de Kadima (en hebreo, adelante o progreso) y de otras formaciones políticas de centro da cuenta efectivamente de un acuerdo nacional de los israelíes tendente a recuperar y gobernar su propio destino. Según los sondeos, dos tercios del electorado israelí ya no están dispuestos a soportar por más tiempo la falta de resolución y las vacilaciones de los demás para proteger la suerte de la mayoría de la población judía israelí. La popularidad de Kadima se fundamenta ampliamente en una noción más comprensiva que viene a ser encarnada por el sionismo y se expresa en el pasaje del himno nacional israelí lehiyot am hofshi beartzaynu (ser un pueblo libre en nuestra tierra) en el que libre significa liberado de las cadenas del pasado para, en lugar de aguardar indefinidamente en un escenario político estancado, adoptar decisiones convenientes para el interés nacional. Da cuenta, asimismo, de una actitud aprobatoria de la retirada unilateral de la franja de Gaza por parte de Sharon y es coherente con fases anteriores de la historia sionista en las que los judíos emplearon el poder y la fuerza para autoprotegerse: la inmigración ilegal a Palestina huyendo de la persecución nazi en los años cuarenta, los ataques preventivos contra Egipto y Siria tras sus reiteradas amenazas de destruir Israel en mayo y junio de 1947, y la destrucción del reactor nuclear iraquí en junio de 1981. Y es coherente, asimismo, con la predisposición israelí a retirarse nuevamente de manera unilateral de sectores de Cisjordania, trazar sus propias fronteras futuras y, si es menester, empeñarse a fondo en un futuro proceso diplomático susceptible de garantizar la seguridad del Estado. El éxito de Hamas en las elecciones palestinas favorece a los partidarios y seguidores de Kadima. Dado que Hamas reafirma nítida e inequívocamente su objetivo de destruir Israel, la decisión de Olmert de suspender los fondos destinados a la ANP ilustra claramente la opción de adoptar unilateralmente decisiones en aras del interés nacional. Las fluctuaciones y la deriva de la política palestina favorecen y aceleran el respaldo a Kadima. Israel comprueba efectivamente que Hamas se ve cortejado por solícitos pretendientes tales como Irán, Arabia Saudí, Turquía y otras voces procedentes de la UE, con maneras que recuerdan a los años de veneración por Arafat. Israel no esperará a comprobar si el apaciguamiento económico ante Hamas por parte de estos países modifica el punto de vista de un Hamas resuelto a destruir Israel. No aguardará a que el crecimiento demográfico palestino desborde a la mayoría judía en Israel. Está decidido, por el contrario, a actuar frente a las amenazas del presidente iraní Ahmadineyad de borrar a Israel del mapa, a afrontar los peligros demográficos y los nacidos de la demagogia. Los puntos de vista de Kadima han atraído ciertamente la inteligencia y colaboración de valiosas figuras de la política israelí desde diversos ángulos del espectro político, quienes han dirigido sus miradas más allá del carisma de Sharon y su trayectoria plagada de polémicas, escándalos de corrupción, métodos políticos arrolladores y un pasado militar salpicado de momentos tan incómodos y delicados como espectaculares. Los candidatos de Kadima al Parlamento y al Gobierno son tecnócratas de gran formación, procedentes de la izquierda y la derecha política, así como de ámbitos exteriores a la política que quieren aportar aires de un cambio positivo a la sociedad israelí. Y a la cabeza se halla Ehud Olmert, ex viceprimer ministro y mano derecha de Sharon durante los últimos cuatro años. Olmert, que tiene tres hermanos y es gran aficionado al fútbol, posee formación jurídica. Entró en el Parlamento israelí, junto con Sharon, en el escenario resultante de la guerra de octubre de 1973 y, al igual que Sharon, ha evolucionado desde puntos de vista de la extrema derecha a un centro pragmático. El veterano Olmert se ha curtido en la formación de alianzas y coaliciones políticas a escala nacional y local, lo que, traducido en términos de política israelí, significa estar prácticamente blindado ante sus numerosos avatares. Muy inteligente, Olmert es dueño de un verbo afilado y es político que sabe vender perfectamente sus políticas. Se beneficia, por otra parte, del hecho de que los políticos destacados que en el seno del espectro político israelí estarían murmurando de él, a estas alturas han abandonado la política o han sido apeados en las primarias de sus propios partidos. La experiencia de gobierno de Olmert incluye asimismo la gestión de cuestiones relativas a los medios de comunicación, la defensa, la educación, el medio ambiente, la política exterior, las minorías, el sistema judicial, el comercio y la industria, la sanidad y más recientemente el cargo de ministro de Economía. A finales de los setenta fue ministro en los gobiernos de Begin, Shamir y Sharon. Al igual que los otros dos aspirantes a primer ministro (Amir Peretz, del Partido Laborista, y Bibi Netanyahu, del partido Likud), Olmert carece de experiencia militar, pero de los once anteriores primeros ministros sólo tres (Sharon, Barak y Rabin) han accedido al cargo siendo poseedores de trayectoria e historial militar. Es de destacar, asimismo, que los candidatos de los tres partidos principales representan una forma distinta de abordar la cuestión palestina: Netanyahu, poniendo el acento en una fuerza mayor; Peretz, a través de la negociación y un compromiso de importante calado, y Olmert, mediante el unilateralismo. Por lo que se refiere a sus rivales para el cargo de primer ministro, Peretz nunca ha sido ministro. A Netanyahu (1996-1999) se le recuerda como deficiente gobernante que propició la radicalización de la sociedad israelí. A lo largo de casi un decenio, Olmert fue alcalde de Jerusalén y tuvo ocasión de encarar todas las cuestiones delicadas propias de las sensibilidades religiosas y árabes. Desde el año 2001, Ehud Olmert se convirtió en uno de los más estrechos colaboradores de Sharon en cuestiones de política exterior y desempeñó un papel esencial a la hora de vender la retirada de Gaza a la Administración norteamericana, sobre todo a los sectores estadounidenses cristianos y judíos partidarios de Israel. A un mes de las elecciones, sólo una serie de torpes errores o giros inesperados impedirán que Olmert se convierta en primer ministro de Israel. La acritud y las injurias caracterizan habitualmente las campañas electorales en Israel y cabe incluso esperar que se incrementen. Se examinarán con lupa las decisiones de Olmert - o la falta de ellas- en cargos anteriores, así como sus rasgos personales. Un ataque terrorista -con una consiguiente reacción equivocada- perjudicaría el respaldo a Kadima. Hasta ahora, Olmert ha avanzado sin sobresaltos hacia el sillón de Sharon sin, por otra parte, precipitarse a ocuparlo. Olmert no es Sharon. Es persona - como ha observado recientemente un comentarista israelí- "dotada de aplomo y confianza en sí misma, pero no arrogante; circunspecta, sin ser ampulosa". Lo cierto es que muchos israelíes comparten este mismo punto de vista.
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