lunes, febrero 27, 2006

Seúl, donde el tiempo no para


Seúl es el centro de la vida política, económica y cultural de Corea desde el año 1394, cuando Yi Seong Gye (fundador de la dinastía Joseon y conocido póstumamente como Rey Taejo) trasladó la capital a esta ciudad. Hoy vive aquí una cuarta parte de la población de Corea del Sur, y en la ciudad se yuxtaponen en una fusión improbable —como si se mezclaran las piezas de dos rompecabezas—, los recovecos de ruidosos mercados callejeros con la solemnidad de palacios centenarios. Una ciudad de dos velocidades, en la que el ritmo apresurado de la vida diaria parece ir fagocitando, sin pudor, las reliquias del pasado. Las infinitas pantallas de plasma gigantes que, desde la altura de los rascacielos, destellan caos y modernidad las 24 horas, recuerdan que el tiempo no para, y especialmente en Seúl. Esta dicotomía entre tradición milenaria y vanguardia tecnológica termina amalgamando el bullicio de un tránsito tupido y por momentos infernal, y el sosiego que mantienen palacios, tumbas, templos, parques, y las inmediaciones del río Hangang, que divide a Seúl en dos: Gangbuk, la zona norte, y Gangnam, al sur. En este paisaje, dos palacios merecen una mención especial: en Gyeongbokgung vale la pena visitar el National Folk Museum of Korea, autodefinido como "el único museo nacional dedicado a la historia de la vida tradicional de Corea". Para echar un vistazo a los rasgos culturales e históricos del país. El palacio Deoksugung, en tanto, justo enfrente de la Municipalidad, fue originariamente una residencia real, y hoy alberga el Museo Nacional de Arte Contemporáneo, una de las instituciones culturales más populares del país.Parques y shoppingsConscientes del impacto ambiental de tanto vehículo y tanta gente —unos 10 millones de personas en 610 kilómetros cuadrados—, en los últimos años las autoridades municipales se propusieron hacer aquí una "ciudad amigable con el medio ambiente", y recuperaron varios espacios verdes. Por ello hoy la ciudad luce con orgullo parques como el Namsan, en pleno centro, con senderos, jardín botánico, zoológico, y un cable carril hasta la Seoul Tower, con observatorio y restaurante giratorio a 400 metros de altura. En la misma sintonía, en 2002 inauguró la Seoul Plaza —"la plaza de los ciudadanos"—, con actividades culturales y, en invierno, pista de patinaje sobre hielo. Y la última joyita: el canal CheongGyeCheon, que en 2005 convirtió a una caótica autopista en un atractivo paseo con plazas, puentes, aguas cristalinas, pececitos de colores y luces de neón. A la hora del shopping —actividad a la que guías y folletos dedican gran espacio—, Seúl es a la vez previsible y diferente. Hay negocios y vidrieras, como en todas partes, pero llaman más la atención los mercados callejeros. Como el Namdaemun, al aire libre y a pocos metros del centro, donde se pueden comprar desde artículos de cuero hasta electrodomésticos y cámaras digitales. Otra opción es Dongdaemun, un conjunto de centros comerciales abiertos hasta altas horas de la madrugada, donde la experiencia es más peculiar: mucha música, movimiento y luz, y mucho Louis Vuitton (tal vez trucho, es verdad). Es extraño regresar al hotel con bolsas de compras a las 4 de la mañana, pero estos mercados son la solución para los coreanos, que trabajan mucho y son bastante consumistas.Entre el excelente sistema de transporte público de Seúl, una buena opción son los ferries, que permiten disfrutar de panorámicas desde el río y cenar a bordo. Para el final, nada mejor que recorrer bares (con bandas en vivo y karaoke) para degustar licores como "Korean Bomb", un vaso grande de cerveza, combinada con un shot de whisky. Según la tradición, al terminarlo hay que hacer ruido con los vasos y pedir otro. Intenso. Como Seúl.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

 
Libardo Buitrago / Blog © 2013 | Designed by RA