George W. Bush emprendió ayer su gira asiática con una inesperada escala en Kabul antes de iniciar hoy su primera visita oficial a India -segundo país más poblado del mundo- y de visitar el fin de semana Pakistán. Su breve y simbólica estancia en la capital afgana -la primera desde la caída del régimen talibán a finales del 2001- sirvió al presidente estadounidense para subrayar los progresos de la democracia desde la elección de Hamid Karzai. La realidad es más matizada: la ONU alerta de la inestabilidad en un territorio dominado por los señores de la guerra,con focos de resistencia talibán, y de la necesidad de mantener en pie los equipos provinciales de reconstrucción de la fuerza internacional desplegada por la OTAN. En efecto, la guerra contra el terrorismo emprendida tras el 11-S aún no ha librado su última batalla en Afganistán. Los analistas advierten de la huida hacia delante que supuso la ocupación de Iraq. Así lo entiende tanto la opinión pública norteamericana -la popularidad de Bush ha caído a su nivel más bajo (34%)- como la internacional: una macroencuesta para la BBC en 35 países estima que una media del 60% de la población considera que la invasión de Iraq ha aumentado la amenaza terrorista, frente al 12% que opina lo contrario. No es extraño, así, que la comunidad musulmana de India se manifestase ayer en Nueva Delhi y que en Pakistán, de mayoría islámica, esté convocada otra jornada de protesta. Con ese telón de fondo, Bush aprovechará su visita a India -la mayor democracia del planeta- para fraguar una alianza estratégicaque sirva de contrapeso a China. Sobre la mesa, la firma de un acuerdo de cooperación nuclear que en la práctica daría a India -que no ha sellado el tratado de No Proliferación- el estatus de potencia atómica. Un delicado dossier, sobre todo por el contencioso de Cachemira que enfrenta a India y Pakistán - también con arma nuclear- desde la partición de 1947. En consecuencia, este acercamiento de Washington a Nueva Delhi debe hacerse sin poner en riesgo su entente con Islamabad. La colaboración del régimen de Musharraf fue clave para el derrocamiento de los talibanes, otrora protegidos por Pakistán. Bush ha exhortado a Pervez Musharraf a extremar esfuerzos para capturar a Ossama Bin Laden, a quien se cree refugiado en la frontera afgana, pero sabe que el precio de la cabeza del líder de Al Qaeda no puede ser la desestabilización de Pakistán y la caída del propio Musharraf. Una gira asiática, en suma, plagada de riesgos que Bush deberá sortear.
Editorial del diario La Vanguardia de España.
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