Hay noticias malas que generan rechazo unánime, hay otras que ofuscan, algunas producen tristeza y desolación, pero hay unas que forman un nudo en la garganta que ahoga a un país entero, enmudeciéndolo, poniéndolo en un estado de preocupante letargo. La noche del pasado jueves, muchos colombianos volvieron a sentir ese frío fantasmal que producen los magnicidios, que de vez en cuando recorren el país dejando una duradera estela de luto. Liliana Gaviria Trujillo, de 53 años, hermana del ex presidente César Gaviria Trujillo y tía del representante electo a la Cámara por Bogotá, Simón Gaviria Muñoz, fue asesinada en un confuso hecho en Pereira, capital del departamento de Risaralda. Doña Liliana Gaviria Trujillo era una importante ejecutiva de una empresa de construcción de la región y ocupaba un puesto en la junta directiva del diario La Tarde. Su actividad profesional estaba lejos de la política nacional, tenía un bajo perfil que guardaba celosamente, pues su familia ha sido golpeada constantemente por los actores armados de la violencia colombiana. Es inconcebible que los violentos se ensañen de tal manera con una familia que le ha prestado en varias ocasiones diferentes servicios al país, desde lo político y lo empresarial. El crimen, ocurrido durante un intento de secuestro, no puede quedar impune y las autoridades no deben escatimar ningún esfuerzo para dar con el paradero de los autores materiales e intelectuales del hecho.Hoy, como en otras épocas aciagas, volvemos a encontrar al país inmerso en una absurda espiral de la muerte. Es intolerable que en algunas regiones del país se encuentren docenas de muertos en fosas comunes y nadie dé explicaciones. Es inconcebible que se cometan asesinatos de inocentes niñas y nadie haga nada. Cada día mueren soldados, policías, agentes de seguridad, guardaespaldas, concejales, alcaldes y muchos otros compatriotas que caen en silencio, en medio del dolor de sus familiares. Preocupa mucho que se estén presentando tantos asesinatos en todos los rincones de la Patria sin explicaciones.La vida es sagrada, independientemente de si se trata de una humilde niña que muere por una bala perdida o de la hermana de un Presidente de la República que no se deja secuestrar. No podemos seguir sordos a las balas que están matando personas valiosas e inocentes, justo en un momento en el que todo apunta a mejorar. Colombia, tal como lo manifestó el presidente Álvaro Uribe, no puede caer en una serie de asesinatos que buscan atormentar el país. "El éxito que tengamos para evitar la impunidad de este crimen, será también el éxito que nos ayudará a que Colombia frene cualquier designio terrorista". Lo que está sucediendo en el departamento de Risaralda, especialmente en su ciudad capital, Pereira es preocupante, el año pasado la ciudad ocupó el primer lugar en tasa de homicidios con 99,3 muertos por cada 100.000 habitantes. La espiral de violencia que vive Pereira amerita una revisión a fondo para evitar que se caiga en un punto de no retorno en el que muera más gente inocente. Es un momento crítico en el que el silencio no aporta mucho. Respaldar efectivamente a las autoridades legítimamente constituidas para que den una solución oportuna a esta ola de muerte, es un deber que tenemos todos los colombianos.
Fuente: Editorial de diario El Colombiano de Medellín
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