El caso de Irán, estudiado en este editorial del diario El País de España:
Mohamed el Baradei, tal y como se anticipaba, ha informado al Consejo de Seguridad de que Irán no ha cooperado con el órgano de vigilancia de la ONU para esclarecer sus intenciones nucleares. El régimen islamista, en abierto desafío a la petición del Consejo de Seguridad de hace un mes, ha acelerado su programa de enriquecimiento de uranio y bloquea el trabajo de los inspectores de Naciones Unidas.
Teherán ha ido escalando el tono de su retórica a medida que se acercaba la fecha de presentación del documento del OIEA. El presidente Ahmadineyad reiteraba ayer que su país seguiría ignorando las advertencias internacionales sobre su experimentación atómica. Mientras, Bush enfatizaba que pretende resolver el contencioso occidental con Irán por medios pacíficos y diplomáticos, en consulta con sus aliados. Pero el ruido generado en las últimas semanas por ambas partes, amplificado por la incesante escalada del barril de petróleo, del que Teherán es cuarto productor mundial, se impone a las declaraciones tranquilizadoras. A propósito de Irán viene perfilándose lenta pero progresivamente un escenario de confrontación, atizado oblicuamente por responsables estadounidenses y explícitamente por las soflamas del reaccionario presidente iraní. Ahmadineyad, entre otras, reitera con cualquier pretexto sus amenazas contra un Israel que quiere que desaparezca del mapa. Su lenguaje cada vez más radical hace imposible a los países democráticos tender la mano al régimen que representa. En el contencioso de las ambiciones nucleares militares de Teherán se van acumulando así actores y despropósitos que oscurecen su desenlace.
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