domingo, abril 09, 2006

Italia se la juega

Italia acude hoy a las urnas para confirmar en el poder o mandar a casa a Silvio Berlusconi, el más singular de los dirigentes políticos de la Unión Europea. El empresario de Milán, propietario de importantes cadenas de televisión comercial y de otros muchos negocios, ha conseguido batir un récord inédito desde que, superada la dramática experiencia del fascismo, Italia recuperó la democracia parlamentaria. El líder de Forza Italia, principal fuerza motriz de la coalición de centroderecha Casa de las libertades, ha logrado agotar la legislatura de cinco años. Ningún otro gobernante democrático lo había conseguido hasta la fecha. Berlusconi ganó las elecciones legislativas del 2001 con un programa de relanzamiento de la economía envuelto en un lenguaje populista y seductor. Prometió menos impuestos, más puestos de trabajo, más seguridad en las calles y menos inmigrantes ilegales a una sociedad que en los años setenta y ochenta se había acostumbrado a vivir por encima de sus posibilidades gracias a la habilidad de impulsar las exportaciones con la devaluación de la moneda. Cuando los italianos otorgaron la mayoría al líder de Forza Italia estaban cansados de la austeridad económica, pilotada básicamente por los partidos de centroizquierda. Italia había tenido que estrecharse severamente el cinturón para poder acceder al euro. El país de la creatividad y de la fantasía tenía ganas de un nuevo miracolo italiano. Y votó al hombre que se lo ofrecía con el apoyo de un eficaz aparato de propaganda televisiva. Cinco años después, el panorama ha empeorado en muchos aspectos, y no sólo en el económico. Berlusconi no ha sido la Margaret Thatcher italiana, entre otras razones porque Italia no es Gran Bretaña. Las reformas necesarias para modernizar las estructuras políticas, sociales y económicas de un país en el que el Estado liberal-democrático ha tenido problemas de consolidación siguen pendientes. La sensación de declive se ha agudizado. Italia se halla sumida en una crisis material y psicológica sin precedentes en su historia reciente, crisis que el magnate de Milán no ha sabido abordar adecuadamente, por su mentalidad antipolítica y por la gran envergadura de sus intereses personales, no siempre conciliables con el interés público. Italia se halla hoy en la tesitura de persistir en la anomalía populista o de retomar el camino de la seriedad. Pero de ningún modo podrá evitar los sacrificios. En la Europa de principios del siglo XXI, los miracoli,si existen, sólo cabe encontrarlos en el ámbito de la fe religiosa.
Editorial del diario La Vanguardia de España

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