El presidente Néstor Kirchner cumple hoy tres años al frente del Poder Ejecutivo Nacional. Es una buena oportunidad para realizar un balance en el cual se encontrarán aciertos, errores y renovados desafíos. Innegable resulta que el crecimiento de la economía a tasas que rondan el 9 por ciento anual a lo largo de todo este período constituye un dato más que positivo.
Más allá de que esa situación fue posible por ciertas condiciones internacionales que beneficiaron a la Argentina, entre ellas el incremento de los precios de materias primas como la soja, cabe destacar los méritos del gobierno nacional y, de manera especial, de la conducción económica que lideró hasta fines del año último Roberto Lavagna. La renegociación de la deuda pública con los acreedores privados también fue una decisión que merece ser ponderada, tanto como los esfuerzos por mantener un nivel de superávit fiscal al que los argentinos estábamos desacostumbrados y como la sanción de la ley de financiamiento educativo. Una de las mayores sombras sobre la gestión de Kirchner es el fantasma de la inflación, un problema que no se resolverá con controles de precios y bravuconadas de funcionarios contra los empresarios, sino con una adecuada política monetaria, con acciones tendientes a evitar el aumento del gasto público y con señales que posibiliten un clima favorable a las inversiones productivas en el país.
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