El diario El Universal de Mexico ha preprado un profundo artículo sobre cada candidato presidencial que mañana disputará la Presidencia de la Nación los invito a leer tan interesante trabajo:
La primera condición para tener el poder es desearlo. El "¿para qué?" es otra cuestión. Andrés Manuel López Obrador lo deseó desde hace mucho tiempo: desde que tuvo la dirigencia de su partido -el PRD- en Tabasco (1989); cuando aspiró por primera vez a la gubernatura de su estado (1994); cuando asumió la dirigencia nacional de su partido (1996) y cuando fue jefe de Gobierno en el Distrito Federal (2000). "El poder atonta a los inteligentes y a los tontos los enloquece", dijo una y otra vez en sus arengas de templete. Hoy, ya cerca de ese poder, él puede decir: "Yo no odio; soy un hombre feliz", como mensaje de reconciliación con aquellos a los que se ha enfrentado ("traficantes de influencias", los llamó) y hoy le temen, aunque tenga muy claro que su búsqueda del poder está absolutamente ligada con la implantación de un proyecto político y económico que no todos comparten. Puede decirse que deseó el poder presidencial con toda su fuerza, desde la vez en que se imaginó a sí mismo con la banda presidencial -en abril de este año-, cuando escenificó -en un templete de Hermosillo- el momento de la transición del poder, y dijo con toda la convicción de su alma, a los cuatro vientos: "Me la van a tener que entregar, aunque no les guste", y se soñó estrechando la mano de un Vicente Fox con los dientes apretados, "a regañadientes", como lo dibujó una y otra vez en sus arengas públicas. "Voy a tomar posesión el primero de diciembre; me va a tener que entregar la banda presidencial el ciudadano Presidente, aunque no quiera, ni modo; se me va a tener que poner aquí juntito y me la va a tener que entregar", dijo en aquella ocasión, actuando ese momento al cruzar la mano sobre el pecho, en ademán de colocarse una banda imaginaria. Fue en abril de este año cuando López Obrador empezó a tener ese cosquilleo.
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