¿Qué cantidad de soldados muertos va a tolerar el público?. Al igual que hace 35 años, esa ominosa pregunta se palpa en la capital de la nación mientras el Presidente, el Congreso y el pueblo americano luchan con cuál será el próximo paso en Irak. Y la respuesta es igualmente difícil. El Grupo de Estudio de Irak y otras pruebas muestran que la guerra ha sido una serie de desastres. El nivel de violencia aumenta en Irak y hasta el presidente Bush se ve forzado a admitir que las fuerzas de Estados Unidos no están ganando. El nuevo año comienza con las bajas norteamericanas alcanzando una deprimente cifra: 3,000. El total de heridos supera los 22,000, incluyendo soldados que están lidiando con lesiones incapacitantes.
Así que mientras Bush estudia las opciones para una nueva ''forma de avance'', incluyendo la posibilidad de un aumento en las tropas de EEUU, la cuestión de más muertes en una causa fallida es tan vital como lo fue a fines de la guerra de Vietnam. Para Washington, Irak es un problema político engorroso, sin buenas opciones, un rompecabezas que desafía solución. A veces en Washington hay una desconcertante indiferencia hacia la matanza y la urgencia de la crisis, como si el calendario político fuera más importante que la realidad en el terreno. Incluso el Grupo de Estudio de Irak demoró su reporte hasta hasta después de las elecciones, a pesar de que encontró la situación en Irak ''grave y deteriorándose''. Y Bush dejó el pronunciamiento de su nueva política hasta después del nuevo año.
Quizá la señal más clara de la miopía fue cuando el vicepresidente Dick Cheney y otros funcionarios insistieron en que los insurgentes estaban matando norteamericanos en octubre para afectar las elecciones. No se ha dado tal explicación por el aumento de los muertos en diciembre. Las vendas que cubren los ojos de Washington afectan igualmente a la prensa. Recuerdo una conferencia de prensa en noviembre del 2004, con Karl Rove, que fue proclamado como un genio político después de la relección de Bush. Ni un solo periodista hizo una pregunta sobre el asalto norteamericano en Faluya, demorado hasta después de los comicios, que contribuyó al número de bajas más grande de EEUU en un mes, desde el comienzo de la guerra: 137.
Pero ahora la responsabilidad que Bush evadió ha vuelto a casa para quedarse. Dijo que recibió un ''puñetazo'' en las elecciones congresionales cuando los votantes se volvieron contra su guerra. La cruda descripción de la situación que hizo el Grupo de Estudio de Irak destrozó las declaraciones optimistas de la Casa Blanca.
La victoria en cualquier sentido convencional parece inalcanzable. El mejor resultado posible es detener la guerra civil y darle a un débil gobierno iraquí más tiempo para tratar de reconciliar las facciones guerreras, algo que no ha podido o no ha estado dispuesto a hacer.
¿Aceptará el público de EEUU un continuo río de muertos por el limitado objetivo de evitar que un desastre se convierta en catástrofe? ''No sé si estamos en el punto límite, o por cuánto tiempo el público lo aceptará'', expresó Brian Turner, un ex sargento del Ejército que sirvió en Irak dos años. Turner se mantiene en contacto con sus compañeros en Irak y dijo que el público ``no tiene una verdadera idea de cuánta violencia tiene lugar allí diariamente. Es más de lo que los periódicos y la televisión reportan''.
Históricamente, la gente tolera más muertes cuando parece que se está progresando, dicen los científicos políticos. Pero ese no es el caso ahora. En una de sus más serias conclusiones, el Grupo de Estudios de Irak halló que un aumento de 15,000 soldados en Bagdad en el verano dio escasos resultados, porque las operaciones no cambiaron las condiciones que suscitan las guerras sectaristas. ''Las fuerzas de Estados Unidos parecen estar atrapadas en una misión sin conclusión previsible'', dice el informe. Leon Panetta, ex jefe de despacho de la Casa Blanca en época de Clinton, dijo que la lección más descorazonadora que sacó de su viaje a Bagdad como miembro del grupo de estudio fue que los dirigentes chiitas dijeron que no consideran que hay necesidad de transigir ni de llegar a arreglos políticos. Prefieren la guerra civil a ceder, porque creen que ganarán.
En cualquier comparación con Vietnam, los que respaldan la guerra de Irak pueden señalar una diferencia clave: El Grupo de Estudios concluyó que Irak tiene mucha más importancia estratégica que el sudeste de Asia, y es ''crítico para los intereses de EEUU''. Un estado fracasado, o un gobierno iraquí radical, opuesto a EEUU, sería peor que la situación actual. Ahora que considera el envío de más tropas, Bush no puede depender de un frente unido republicano en el Congreso. Dos senadores republicanos que aspiran a ser reelegidos en el 2008 --Norm Coleman, de Minnesota y Gordon Smith, de Oregon-- ahora están contra la guerra.
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