domingo, julio 29, 2007

Islamistas y laicos, unidos en Pakistán contra Musharraf

"Hubiera deseado morir como mártir", confía, antes de estallar en sollozos, Rizeena Kouser, una estudiante de la madraza femenina de la Mezquita Roja de Islamabad. A sus 20 años, Rizeena es apenas una mirada enmarcada en el negro del burka que la cubre de la cabeza a los pies, pero su desesperación dice más de la profunda crisis que vive Pakistán en vísperas del 60º aniversario de su independencia, que muchos análisis políticos. Su fanatismo, su falta de horizontes o de empatía con el resto del mundo son fruto de la ambivalencia con la que Pervez Musharraz ha abordado el extremismo islámico. Ahora, el general presidente afronta su momento de la verdad
"Hay una extendida sensación de injusticia y la gente está harta", dice Ahmed Rashid

"Musharraf tiene que irse", coinciden en señalar tanto los políticos de la oposición liberal como los partidos religiosos. La misma coletilla se oye en las asambleas de abogados, convertidas en punta de lanza de un movimiento popular espontáneo contra el Gobierno militar. El asalto este mes de la Mezquita Roja, donde un grupo de islamistas radicales se había hecho fuerte y que se saldó con 102 muertos reconocidos oficialmente, se ha convertido en un punto de inflexión.

"Podría ser un punto de inflexión si el Gobierno se sentara a hablar con los partidos políticos para formar un gran pacto nacional, pero no quiere hablar con nadie", asegura escéptica Asma Jahangir, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos. "Es un mero superviviente, representa al estamento militar y los militares tienen su agenda: se han pasado 50 años gobernando con el pretexto de Cachemira y se quieren pasar los 50 siguientes con la excusa de la amenaza talibán", resume.

"El problema de Pakistán es Musharraf, no los talibanes. Sabemos cómo lidiar con ellos. Lo hemos hecho antes. Está engañando al mundo", señala Aseff Ahmad Alí, ex ministro de Exteriores y destacado barón del Partido del Pueblo de Pakistán (PPP), hoy en la oposición. "Estamos perplejos de que el mundo le respalde como un redentor", afirma, a pesar de los rumores de que la líder del PPP, Benazir Bhutto, está negociando con el general para poder regresar del exilio. "Es verdad que hemos mantenido contactos, pero no hay ningún acuerdo", precisa Alí.





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Incluso los islamistas de Jamaat-e Islami (JI), el principal partido de la coalición MMA que ha apoyado a Musharraf hasta ahora, están de acuerdo con la oposición liberal en la necesidad de un Gobierno civil. "Sus políticas están poniendo a nuestro Ejército y a nuestra gente en la línea de fuego; por eso debe irse", señala Abdul Ghaffar Aziz, responsable de relaciones externas de JI. En su opinión, el general no puede cancelar ahora las elecciones previstas para este año "porque la gente se echaría a la calle".

Para el antiguo embajador y comentarista político Tariq Fatemi, el giro se produjo el 9 de marzo con la destitución del presidente del Tribunal Supremo, que desató un movimiento cívico sin precedentes en favor del juez, finalmente restituido, y de la independencia judicial. "Desde ese día, Musharraf sólo ha sumado errores; la diferencia es que tras el de la Mezquita Roja sabemos dónde estamos porque el Gobierno ha cruzado una línea en la arena", explica.

Ahora hay dos visiones, la de quienes propugnan aprovechar la ocasión para parar los pies a los extremistas de una vez por todas, y la de quienes creen que la vía militar no es suficiente. "Hay que abrir el diálogo a todos los partidos e iniciar un proceso de reconciliación que permita consensuar quién es terrorista y en qué clase de guerra contra el terrorismo debemos participar", resume Fatemi.

Continue leyendo el reportaje del diario El País de España

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