martes, agosto 28, 2007

Bush se queda más solo que nunca

George W. Bush está más solo que nunca. Alberto Gonzales, el fiscal general de Estados Unidos, se sumó ayer a la larga lista de estrechos colaboradores que abandonan al presidente en la recta final de su mandato. Gonzales estaba sometido a una fuerte presión desde el Congreso por los escándalos legales en los que estaba envuelto, por su papel en el despido de ocho fiscales y por las controvertidas iniciativas antiterroristas a las que puso su estampa. Bush no ocultó su descontento. Gonzales presentó en mano su carta de renuncia a Bush el domingo. No tenía prácticamente ningún apoyo fuera de la Casa Blanca y su cabeza estaba en bandeja desde marzo, cuando demócratas y republicanos empezaron a pedir a voces su dimisión por politizar el sistema judicial. Condoleezza Rice y Dick Cheney son los únicos supervivientes de la vieja guardia.

Bush resaltó su trabajo para hacer de EE UU un país más seguro frente al terrorismo. La Administración Bush estaba bajo una fuerte presión, no sólo política. La comunidad jurídica también se expresó a favor de la renuncia por la pérdida de credibilidad y la baja moral que sufría su departamento. Alberto Gonzales estaba en el centro de un huracán político por el despido de ocho fiscales, supuestamente por motivaciones políticas. El responsable del Departamento de Justicia se mostró contradictorio en su testimonio ante el Congreso, que le llamó a declarar para que explicara cuál fue su papel en esas decisiones. La marejada venía ya de antes, cuando se reveló que el fiscal general reautorizó el programa de espionaje que se lanzó tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 -declarado inconstitucional-, y por los procedimientos para el interrogatorio a terroristas.




Alberto Gonzales se dirige al estrado para anunciar su dimisión- ASSOCIATED PRESS


Bush no cejó al salir ayer en defensa de Gonzales y en arremeter contra los legisladores en el Capitolio. El presidente dijo que su colaborador fue sometido a un "tratamiento injusto" que acabó por provocar "una distracción dañina" para su departamento. Y lamentó vivir "en un momento en el que una persona honorable como Alberto Gonzales se vea impedida a hacer un trabajo importante, porque su buen nombre es arrastrado al fango por motivaciones políticas". "Es un hombre íntegro, decente y de principios", reiteró el presidente Bush. El fiscal general, que dejará el cargo el próximo 17 de septiembre, fue breve en su declaración de renuncia y se limitó a destacar los lazos de amistad que le unen con el presidente, al que le agradeció la oportunidad que le brindó. Y dejó claro que las libertades y derechos civiles de los estadounidenses están protegidos gracias al trabajo de su departamento. Pero evitó responder a la pregunta de por qué renunciaba al cargo.

Gonzales, de 52 años de edad, amigo personal de George W. Bush, es el último de una larga lista en abandonar el barco durante los últimos años, y su dimisión releva el cada vez mayor poder que la oposición demócrata está ejerciendo en el Congreso. La veda la abrió Colin Powell, que en noviembre de 2004, dos meses después de que Bush se alzara con la victoria en sus segundas presidenciales, anunciaba su renuncia a la Secretaría de Estado. Le seguiría Paul Wolfowitz, que en junio de 2005 dejó la Administración para ir a presidir el Banco Mundial. El año pasado, dejaron sus puestos Andrew Card, como jefe de Gabinete de George Bush, y la victoria demócrata en las legislativas se llevó por delante a Donald Rumsfeld, entonces secretario de Defensa, y a John Bolton, embajador ante Naciones Unidas. La guinda la puso hace dos semanas Karl Rove, el principal asesor político de Bush, que el viernes hará efectiva su salida. La Casa Blanca, sin embargo, hizo un esfuerzo ayer por evitar que esta oleada de dimisiones sea vista como una derrota ante la presión demócrata, dejando claro que la renuncia fue fruto de una decisión personal de Gonzales.

El presidente Bush dijo que le costó aceptar la dimisión. El fiscal general ya le avanzó sus intenciones el viernes por teléfono. Los dos estuvieron juntos el domingo con sus respectivas esposas. Bush destacó su servicio por hacer de EE UU un país más seguro frente a la amenaza del terrorismo. El anuncio de su dimisión causó, a pesar de todo, sorpresa, y se produce una semana antes de que se retome la actividad política en Washington, en el que se espera un mes de septiembre intenso. La fecha elegida, según los analistas, tampoco se cree que sea accidental, porque la mayoría de los estadounidenses están esta semana de vacaciones, aprovechando que el próximo lunes se celebra la festividad del Labor Day (el día del trabajo). Y se considera que así la Casa Blanca evita que la controversia domine la recta final del mandato. Con la salida de Gonzales, Bush se queda prácticamente sin sus principales colaboradores de la vieja guardia. El vicepresidente, Dick Cheney, y la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, son los únicos supervivientes. La repentina dimisión podría tener también una explicación jurídica, similar a la que argumentó en el momento de la renuncia de Karl Rove, ya que los miembros del Gabinete del presidente deberán permanecer hasta enero de 2009 en sus puestos si no renuncian antes del 3 de septiembre al cargo o son forzados a dimitir. El puesto de fiscal general será ocupado temporalmente por el principal abogado del Estado, Paul Clement.

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