martes, noviembre 06, 2007

El polvorín de Pakistán

Mientras la Casa Blanca y el Pentágono siguen empantanados en la guerra de Irak, en Pakistán -aliado clave de Estados Unidos en su 'guerra contra el terrorismo' y, junto a India, potencia nuclear del suroeste asiático- ha entrado en erupción un volcán que tiene a Washington haciendo malabares y puede crear una crisis mayúscula.

El general-presidente Pervez Musharraf decretó el sábado a medianoche el estado de emergencia y puso a E.U. entre aceptar la ruptura de la democracia o enfrentar a quien ha sido, al menos de palabra, su principal aliado en la región, al que ha dado 10 mil millones de dólares en ayuda militar desde el 2001. Recién reconfirmado por tercera vez como Presidente en el parlamento, desde su golpe militar de 1999 el general venía caminando por una tensa cuerda que, al fin, se rompió. Suspendió la Constitución, destituyó a buena parte de la Corte Suprema (que estaba a punto de fallar sobre la legalidad de su reelección), suspendió medios de comunicación privados e hizo detener a más de 500 miembros de la oposición.

Pakistán, que ha sido un territorio explosivo desde su creación en 1947, se aproxima así a un punto de no retorno. A la disputa por Cachemira, que lo ha llevado a tres guerras con India y a una sucesión de dictaduras militares y gobiernos civiles plagados de corrupción, este país musulmán de 160 millones de habitantes suma la presencia de miles de militantes islámicos con creciente arraigo popular. Los talibanes, refugiados allí luego de la invasión estadounidense de Afganistán en el 2001; Al Qaeda, que ha convertido en su base de operaciones la región tribal de Waziristán, fuera del control del gobierno pakistaní, y docenas de grupos usan a Pakistán como lugar de reposo, instrucción y plegaria, y fuente de abastecimiento y reclutamiento entre una población que ve cada día con mayor ojeriza la alianza de su presidente con Washington.

Alianza que genera quejas crecientes en E.U. El general ha propinado algunos golpes a Al Qaeda, pero muchos creen que, más que perseguir activamente a los grupos militantes, los ha dejado mantenerse en su territorio. E.U. necesita al general, pero la ayuda, se alega, le ha servido más para mantenerse en el poder que contra los terroristas. Y el fantasma de estos haciéndose a un arma nuclear da escalofrío en Washington.

Ante el crecimiento de las milicias islámicas y la pérdida acelerada de popularidad de Musharraf, E.U. favoreció un arreglo entre este y la ex primera ministra Benazir Bhutto, exilada bajo cargos de corrupción. Con el acuerdo de que los cargos serían levantados, Bhutto (cuya popularidad es apenas superior a la del general) volvió el 18 de octubre solo para ser recibida por el atentado más mortífero en la historia del país. Ahora, no solo las elecciones, previstas para el 15 de enero, se ven inciertas, sino el plan para dar gobernabilidad, con la ayuda de la ex primera ministra, al régimen del general amigo de Washington.

Bhutto criticó duramente el estado de emergencia. Condoleezza Rice se ha mostrado cuidadosa: se dijo "decepcionada", pero no condenó a Musharraf. Falta ver si las medidas extraordinarias duran poco y tienen lugar las elecciones en enero, o si el general, temeroso por su estabilidad, decide aplazarlas, con el riesgo de provocar una explosión popular.

Quizá sea casualidad, pero los encargados por Estados Unidos de lidiar con semejante lío son dos viejos conocidos de Colombia: el embajador en Afganistán es William Wood, y, desde julio, la embajadora en Pakistán es Anne Patterson. Menudo chicharrón, después de Bogotá.

fuente: editorial@eltiempo.com.co

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