Ante urgencias tan grandes, las agendas de las cumbres tienen que optar por privilegiar temas que tienen que ver con la raíz de los problemas regionales, como ser la pobreza, la educación, la salud. Pero es de lamentar que las ideologías malogren las soluciones. Las cumbres presidenciales se hacen con tanta frecuencia y con tal cantidad de propósitos que provocan cierta indiferencia en la región. En la actualidad, incluso se organizan minicumbres, éstas ya sin mucha necesidad.
La Cumbre Iberoamericana de presidentes y jefes de Estado que se realizará en Santiago de Chile en estos días no escapa a estas características, aunque ha generado algo de expectativa por el especial momento que vive la región, dividida por corrientes ideológicas que se anuncian irreconciliables. Sería ilusorio pedirle a una Cumbre de mandatarios que diseñe sistemas de protección de la democracia en cada uno de los países, pero esa tarea parece ahora impostergable ante el surgimiento de gobiernos que se proponen burlar los principios de la alternancia en el poder. La corriente contraria a la alternancia postula que ese principio, el del cambio continuo de gobernantes, es el responsable del atraso de la región. Y concluye diciendo que cuando un pueblo ha encontrado a su líder carismático y ansioso de permanecer en el poder no tiene por qué cambiarlo.
La mecánica opera, en realidad, al revés. Es el líder el que se siente tan querido que propone modificar las reglas de la alternancia incorporadas en la Constitución. La estadística dice que en Bolivia la mayoría de los cambios de la Carta Magna han sido hechos ante la iniciativa de gobernantes que deseaban introducir la reelección presidencial. Los mecanismos regionales o continentales nada pueden hacer ante estas iniciativas a pesar de que las estadísticas también muestran que los cambios de ese tipo en las constituciones han terminado siempre produciendo comportamientos antidemocráticos de parte de los gobernantes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario