Ha quedado sobradamente demostrado que para el MAS, la Asamblea Constituyente es un compromiso político más que un verdadero espacio de encuentro nacional. No se explica de otra forma que, ante la proximidad del 14 de diciembre, cuando debe concluir legalmente el trabajo de la Asamblea, el oficialismo haya aprobado en dos sesiones y en menos de 24 horas una nueva Constitución Política en todas sus instancias, cuando en un año y cuatro meses se fracasó en la búsqueda de acuerdos. Así se explica que el proceso constituyente, en teoría la máxima expresión de la democracia occidental, se haya convertido en un espacio teatral donde la deliberación y el diálogo han sido sustituidos por la imposición y el seguimiento acrítico de las consignas políticas.
La Asamblea Constituyente comenzó así, con la imposición a rajatabla de los criterios del oficialismo y está concluyendo de igual manera, con un documento que de ninguna manera representa a todos los sectores de la sociedad boliviana sino a una visión plagada de revanchismo étnico y a una actitud de confrontación declarada. En esta línea de conflicto, el MAS está preparado para un enfrentamiento nacional que puede durar meses e incluso años, a raíz de la aplicación de la nueva CPE. Como lo ha demostrado tanto en Sucre como en Oruro, el oficialismo está arropado con movimientos sociales afines que se ha convertido en verdaderos contrafuertes que respaldan la política desafiante y agresiva del presidente Evo Morales.
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