Parece que el Gobierno del MAS atinadamente ha decidido retomar el cauce del que nunca debió haberse alejado; es decir, apoyarse en el Brasil como el socio ideal para emprender proyectos conjuntos que beneficien a ambos países. La visita que el presidente Luiz Inacio Lula da Silva realizó a La Paz, el pasado domingo, es una buena señal de que la racionalidad ha vuelto a las esferas oficialistas. En la oportunidad se suscribieron importantes acuerdos de vinculación caminera y también se logró que Petrobras vuelva a invertir en Bolivia. Es que no podía ser de otra manera; dar la espalda a nuestro gigante vecino constituía un suicidio económico, si se toma en cuenta que el Brasil, por diversas razones, es y continuará siendo el socio natural de Bolivia. Y si esto es evidente en el campo económico, lo propio debería ocurrir en el político.
Lula, sin mayores alardes, está llevando a su país hacia un indiscutible liderazgo regional; a su capacidad como dirigente pragmático, con los pies en la tierra, se añade el hecho de que está a la cabeza de una nación que por su dimensión geográfica, por su población y sus ingentes recursos naturales, es considerada una emergente potencia mundial. En la otra cara de la moneda, que es a la que apuesta el MAS, al menos por el momento, está el presidente venezolano Hugo Chávez que, con su movimiento populista de liberación bolivariano, tiene embelesados a los jerarcas del partido gobernante, con ofertas irrealizables. Las opciones son claras; un Lula que, de ser un mito de la izquierda revolucionaria, ha pasado a ser un símbolo de los países latinoamericanos que creen en la democracia, el libre mercado, el respeto a las reglas del juego y la necesidad de lograr un desarrollo estable y sostenido; o un Chávez, populista y dictatorial, que encarna todo lo contrario. Por lo visto, no hay dónde perderse.
Fuente: Diario Los Tiempos de Cochabamba. Bolivia
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