miércoles, julio 09, 2008

"El amor pudo haberse acabado en la selva" dice segundo marido de Ingrid Betancourt

En la primera entrevista que concede desde la liberación de su esposa, Ingrid Betancourt, su segundo marido, Juan Carlos Lecompte, admitió que la relación ya no es la misma. "El amor por mí pudo habérsele acabado en la selva", dijo.




-Al ver las imágenes de Ingrid en libertad, llamó la atención la actitud distante que mantuvo con usted, como si sus sentimientos no fuesen los mismos. A partir de ahí, se disparó un sinfín de conjeturas acerca de la relación con su esposa. ¿Es cierto que lo bajaron del avión que la llevó a Francia?

-No es verdad. La determinación la tomamos los dos a las cinco de la mañana del jueves. Ella me había contado que quería estar con sus hijos, porque siente cierta culpabilidad de no haberlos visto crecer.

-¿Culpabilidad por la forma en la que se expuso al secuestro [al viajar a la zona controlada por la guerrilla]?

-No. Ella no siente culpabilidad por eso, porque una de sus primeras declaraciones fue que si pudiera volverlo a hacer, lo haría.

-Pero en una declaración posterior admitió que con ello había sometido a su familia a un padecimiento muy grande.

-Por eso. Lo repetiría si no fuera mamá ni hija ni esposa. Yo la conozco bien, y sabía que me iba a pedir un tiempo sola con sus hijos. Yo le respondí que me había preparado para eso durante todos estos años. Ella ha sufrido mucho, y ahora no se merece ninguna molestia.

-Usted, que fue muy activo estos seis años en la lucha por la liberación, se encontró muy pronto con diferencias que surgieron con Yolanda, la madre de Ingrid, y con Astrid, su hermana. ¿En qué consistieron?

-Cada uno tiene sus métodos. Yo hice cosas que a la familia no le gustaban. Por ejemplo lanzar fotos de los niños desde el avión.

-¿Sintió que lo maltrataron por esas diferencias en el reencuentro con Ingrid?

-Sí, ese día me maltrataron, pero me maltrataron más durante el secuestro. Y, viéndolo bien, nunca tuve una buena relación ni con la mamá ni con la hermana. Durante el secuestro se armaron dos bandos: uno, Yolanda y Astrid, y el otro, Fabrice [su ex esposo], los niños y yo.

-¿Cómo se enteró de la liberación, la noticia que más esperó durante seis años?

-Me llamó Herbin Hoyos, el director del programa radial Las voces del secuestro el miércoles y me dijo que no sabía cómo, pero que Ingrid estaba libre. Yolanda también me llamó insistentemente, pero yo tenía el celular apagado. Se presentó un coronel en mi casa y le pedí el favor de que me llevara al aeropuerto militar.

-¿Cómo había soñado ese encuentro?

-Me siento muy feliz con su liberación. Pero debo admitir que yo esperaba otra cosa. Esperaba un fuerte abrazo, nada de besos ni nada de eso porque estábamos en público.

-¿Y no hubo un fuerte abrazo?

-No hubo un fuerte abrazo. Ahí me puse a un lado, con dignidad. Jamás en la vida pública de Ingrid he sido protagonista. Mi papel siempre ha sido el de ayudarla en lo que he podido, en asesorarla, pero no en figurar a su lado. Hacía la tarea como publicista, luego me sentaba con ella y le mostraba lo que había hecho. Ese día en el aeropuerto me sentí un poco haciendo ese papel. Y aunque me "shockeó" el impacto inicial, que el abrazo no fuera el que esperaba, estar ahí a un ladito no me humilló para nada.

Siga leyendo la entrevista que trae el diario La Nación de Buenos Aires

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